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Pertenece a la congregación de las Hijas de Santa Ana, que llegaron a la Ciudad Termal en 1982.
12 DE Mayo 2012 - 23:00
La hermana Natividad Agustín, más conocida como Paulina Margarita Agustín (78), es la cara visible de la Congregación de las Hijas de Santa Ana en Rosario de la Frontera, quienes arribaron a la Ciudad Termal en el año 1982 a solicitud del entonces párroco Oscar Daniel Correa.
Las Hijas de Santa Ana dedican su apostolado al servicio de la catequesis familiar. “Las hermanas tienen vocación de ir por todo el mundo anunciando el amor que Dios tiene por todos sus hijos, sobre todas las personas”, dijo la monja en una charla que mantuvo con El Tribuno.
Su misión principal es estar al servicio de la parroquia, sobre todo en la catequesis familiar, un proyecto que fue iniciado por el cura y que las hermanas a lo largo del tiempo supieron apuntalarlo.
Nació en el año 1934 en una pequeña comunidad rural de Lante, provincia de Santa Fe. Su postulado y el noviciado los hizo en Muñiz, provincia de Buenos Aires, y su primer destino fue la localidad de Derquis, también en la provincia de Buenos Aires.
La hermana Nati, como todos la conocen, celebró sus 50 años de apostolado en Guatemala en el año 2008. Hoy, a cuatro años y en Rosario de la Frontera, lo recuerda con mucha emoción.
Cuando se le pregunta cómo nació su vocación religiosa, responde que “en mi hogar llegaban siempre revistas religiosas, pero todas eran de congregaciones misioneras, yo las leía y cada vez que lo hacía me veía en Africa; por esos años era una adolescente de 14 años.
“Un buen día llegó a casa una revista que era de un hogar en la que leí una frase que expresaba: ‘Se imparten enseñanzas de adultos’, y yo quería ser famosa. Mis padres me dieron permiso, llegué al colegio de Derquis, donde estuve ocho meses, y ahí me di cuenta que era eso lo que quería, y me veía en Africa, porque me di cuenta que era esa la vocación y que era ser religiosa”, explicó.
Cuando se le pregunta de dónde proviene su fe, contó que se la inculcaron sus padres. Sin embargo, reconoce que cuando conoció a las Hermanas de Hijas de Santa Ana la cautivaron. “Me gustaban las tardes en las que se reunían después de la cena. Sus recreos eran para reírse y reírse, o sea, todo el día trabajaban, y al final del día les quedaba ganas para recrearse”, recordó.
La hermana también habló sobre el tiempo que lleva la congregación en Rosario de la Frontera. Las primeras que llegaron fueron las hermanas Trinidad, Ana María y María de los Angeles en el año 1982, contó, y agregó que “después de varios años en que las hermanas estaban acá, en uno de los tantos cambios que enviaron a Rosario de la Frontera llegué yo. Estuve tres veces por Rosario, la primera por cinco años, la segunda tres y ahora van cuatro años”.
El trabajo en la parroquia
Actualmente son dos las hermanas que trabajan en la comunidad rosarina. “Yo estoy con la hermana Sandra, quien se ocupa del barrio Santa Ana, San Martín y del Ramón Abdala, son zonas por lo general de condiciones humildes pero la gente demuestra un corazón muy grande”, dice.
En la provincia de Salta la única casa de la congregación que existe es la de Rosario de la Frontera. La misma se ubica en la esquina de avenida 9 de Julio y calle Alvarado, a solo 150 metros de la parroquia Nuestra Señora del Rosario. En su interior existe una pequeña y hermosa capilla. A su morada asisten permanentemente personas que buscan un apoyo espiritual o bien una palabra de aliento cuando se encuentran en una situación de crisis.
La tarea pastoral de las hermanas se extiende también a las localidades rurales de La Hoyada, Cámara, Ovando y Ojo de Agua, lugares donde trabajan con los niños y sus padres.
La hermana Nati dice que disfruta del trabajo misionero que desarrolla en la Ciudad Termal. “Soy una persona a la que nunca van a ver con una cara larga, todo lo contrario, siempre estoy plena de alegría, puesto que gozo con el amanecer, gozo del encuentro con una persona, gozo con la Eucaristía; en conclusión, con la vida misma, no sé si tendría una alegría mayor que otra”, comentó.
La llegada de un nuevo párroco a la parroquia rosarina después de las Pascuas impactó en la comunidad. Para la hermana, “es una alegría para este pueblo que es netamente católico. Por eso pido a toda la comunidad que apoyemos al nuevo párroco Víctor Yurquina, que todos los apostolados que hay en la parroquia se unan, que no trabajen cada uno por su cuenta, eso no es la Iglesia. La Iglesia es una comunidad de fe, una comunidad de trabajo apostólico”. También agradeció todo el trabajo que hizo durante 10 años en padre Juan Alberto Aleman, “con quien trabajamos en gran libertad”, dijo.
Sus ruegos
La monja, tras contar su trayectoria en la congregación, dejó para los rosarinos en especial y para todos los fieles salteños en general una exhortación: “Jesús dejó un lugar para todos, yo invito a los jóvenes que se acerquen más a El y que lo escuchen, porque Jesús sigue llamando y no hay que tener miedo, porque el miedo acobarda, te tira al suelo y te retrae. Jesús tenía los apóstoles y eran de diferentes caracteres, pero todos eran personas a las que fue acompañando, las puso de frente y les enseño a donde tenían que trabajar, que se acerquen más a misa, a los grupos juveniles y si no los hay que ellos empiecen a construirlos”.