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Ex combatientes sienten que desde ese día hasta hoy se ganó la batalla por el reconocimiento social. Mirá el video.
14 DE Junio 2012 - 17:31
Hoy se cumplen 30 años de la rendición argentina en el conflicto bélico por las islas Malvinas, en el que perdieron la vida 649 soldados argentinos, de los cuales 33 eran salteños. Tras rechazar un intento de desembarco por la península Camber y luego de un desesperado ataque de aviones argentinos contra el puesto de la máxima autoridad inglesa, que resultó ilesa, mediante incesantes ataques combinados de artillería e infantería, después de 73 días, las fuerzas británicas penetraron las defensas argentinas.
Al día siguiente siguieron una serie de duros combates, pero a las nueve de la noche las tropas argentinas debieron entregar las armas. El gobernador militar de las islas, Mario Benjamín Menéndez, fue el encargado de trasmitir la rendición al comandante de las fuerzas británicas, Jeremy Moore, en uno de los días más tristes de la historia argentina.
“Las islas Falkland están una vez más bajo el gobierno deseado por sus habitantes. Dios salve a la reina”, decía el telex que mandó de inmediato el comandante inglés. Tras conocerse la noticia en Buenos Aires se registraron manifestaciones y desmanes. El final de la guerra también significó el final del gobierno de facto que conducía Leopoldo Fortunato Galtieri, que dimitió ante la Junta Militar el 17 de junio de 1982.
“Si quieren venir que vengan. Les presentaremos batalla”, había arengado Galtieri desde la Plaza de Mayo. El guante fue recogido por Margaret Thatcher, la primera mujer en ocupar el cargo de primer ministro de Gran Bretaña. El gobierno de la química graduada en la Universidad de Oxford atravesaba una severa crisis política y económica, pero la “Dama de Hierro”, como se la conocía, encontró en la guerra una oportunidad. Rápidamente mandó a las islas dos portaaviones y unos 28.000 hombres.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Comunidad Económica Europea y los Estados Unidos no tardaron mucho en adherir al imperio. El apoyo latinoamericano a la Argentina fue casi unánime. Nicaragua ofreció tropas; Venezuela, petróleo, y Perú, aviones de reemplazo. Solo el régimen fascista de Augusto Pinochet, en Chile, adoptó una posición contraria. Aunque para el ex teniente coronel Aldo Rico, jefe de comandos argentinos durante la guerra, “más ayuda le dieron a los ingleses los uruguayos, porque en Uruguay estuvo el hospital de campaña inglés. Habría que preguntarles a los uruguayos cuántos heridos y muertos pasaron por allí. Los ingleses han tenido más muertos y más heridos que los 255 que acusan”.
El 15 de junio Galtieri decía por cadena nacional: “El combate de Puerto Argentino ha finalizado. Nuestros soldados lucharon con esfuerzo sobrado por la dignidad de la Nación. Los que cayeron están vivos para siempre en el corazón y en la historia grande de los argentinos. Pelearon contra la incomprensión, el menosprecio y la soberbia. Enfrentaron, con más coraje que armamento, la abrumadora superioridad de una potencia, ayudada por la tecnología militar de los Estados Unidos, sorprendentemente enemigo de la Argentina y de su pueblo”.
El coronel Carlos Daniel Esteban y sus 60 hombres combatieron contra 6.000 ingleses en el estrecho de San Carlos. “Estábamos decepcionados con la conducción militar, con la estrategia. Se inició una guerra que no tenía posibilidades de ganarse, contra un imperio que tenía apoyo de la OTAN y Estados Unidos. Mucha falta de inteligencia de Galtieri, que era el responsable. Más allá de la derrota militar, tenemos que seguir luchando por la soberanía de las islas y todos tenemos una deuda muy grande con los que quedaron ahí”, dijo.
El coronel Carlos Daniel Esteban llegó a Malvinas el primer día de la guerra y volvió como prisionero un día antes de la rendición.
En el estrecho de San Carlos, el 10 de mayo una fragata inglesa hundió un barco argentino y desnudó la fragilidad de las defensas nacionales en esa entrada marítima. Su compañía, la C del regimiento de infantería 25 (C RI 25), reforzada con el denominado “equipo de combate Güemes”, fue mandada a la zona para establecer la defensa. El 21 a la mañana asomó la tropa imperial con buques de guerra, fragatas, lanchas de desembarco y helicópteros. La relación de combate era insólita: 62 argentinos contra 6.000 ingleses.
El entonces teniente primero solicitó de inmediato apoyo aéreo, entregó las coordenadas del desembarco al comando argentino y les informó que procedían a defender el territorio. Unas medidas de velo y engaño que habían simulado los argentinos en el pueblito de isleños de la zona confundieron a los ingleses, que pensaron que no había resistencia. “El comandante inglés tendría que haber mandado de noche una operación de comandos especiales para dejarnos fuera de combate antes del desembarco. Pero empezó a desembarcar con helicópteros y de día”, explicó Esteban a El Tribuno.
Unos 42 tiradores argentinos concentraron el fuego de sus ametralladoras y fusiles FAL (siglas de Fusil Automático Ligero) contra los helicópteros ingleses, derribando a tres de ellos y dejando inutilizado a otro. Esa maniobra le dio tiempo a la Fuerza Area Argentina para atacar la cabeza de playa que intentaban instalar los colonialistas. Gracias al temprano aviso, los aviones argentinos aterrorizaron durante tres días a las tropas británicas produciendo una gran cantidad de bajas y una demora de cinco días en el desembarco. Después de eso Esteban y sus hombres se replegaron para entrar nuevamente en combate en Puerto Santiago. El 30 de mayo sus comandantes rindieron su guarnición ante los ingleses y los soldados argentinos quedaron detenidos. “La rendición la veía venir desde el primer día. No existe comandante militar en la historia del mundo que haya podido ganar la batalla en una isla cuando el dominio marino lo tiene el enemigo. La táctica no puede solucionar los errores de la estrategia. El mar era inglés y no existía posibilidad de éxito. Era cuestión de tiempo”, analizó.
“Si hubiéramos tenido 100 misiles exocet, en vez de los seis que teníamos, otra era la historia. De seis tiramos cinco y hundimos cinco barcos”, agregó el héroe de guerra.
Antes de las seis de la mañana del 2 de abril de 1982 el sargento Darío Gallardo pisó Malvinas con su Regimiento de Infantería 25, liderado por Mohamed Alí Seineldín. Dejó las islas el día de la rendición. ‘Nosotros nos preparamos para eso. No esperábamos rendirnos‘, aseguró. ‘Se conmemora una fecha muy negativa para nosotros. No cualquiera se prepara para algo y tiene que volver derrotado‘, explicó.
Como muchos ex combatientes, Gallardo piensa que Inglaterra estuvo cerca de perder la guerra. ‘Por un lado no se contabilizaron los hechos como era debido, las bajas inglesas, por ejemplo. Siempre el que ataca es el que tiene más muertos, pero hasta esa estrategia manejan muy bien estos tipos. Tal vez no cuentan las bajas de los Gurkas como propias.
Por otro, si se hubiesen tomado las medidas militares correctas los británicos nunca podrían haber desembarcado. Hubo falta de estrategia y fuimos muy incrédulos. Por ejemplo, el 10 de junio desembarcaron camuflados en un buque hospital de la Cruz Roja, violando los tratados internacionales. Pero los piratas no respetan nada y eso no lo tuvimos en cuenta. Tenían la tropa adentro. Nosotros dimos la voz de alerta y nadie ordenó investigar qué pasaba ahí; reaccionamos cuando ya era tarde, cuando pudieron instalar los piratas su artillería pesada‘, relató el salteño.
‘Como nosotros iniciamos la recuperación de Malvinas los ingleses decidieron que nuestro batallón sería el último en irse y nuestro comandante quedó prisionero en las islas, con otros oficiales, como garantía de que no se tomarían represarías. Nos llevó a Uruguay un buque inglés que su tripulación eran todos soldados de 16 años‘, contó Gallardo. “Hoy en la Argentina no existen las Fuerzas Armadas. El inglés no tenía capacidad para afrontar por mucho tiempo más la batalla. En ese momento nos faltaron un par de soldados más como Seinelidín, que nos sepan dirigir. Seineldín estaba en la primera línea y era el último en retirarse y hasta el último en la fila para comer”, mencionó con orgullo.
Los comandos especiales en Malvinas estaban preparados para combatir delante de la línea enemiga. La lista de muertos, heridos y condecorados es coherente con esta afirmación. La Segunda Compañía de Comandos del teniente coronel Aldo Rico llegó a Malvinas el 27 de mayo, una vez que se desechó en el continente la hipótesis de guerra con Chile. La compañía de 40 hombres incluía al equipo especial Alacrán, la elite de Gendarmería y a la Compañía de Comandos 601. Perdieron la vida 10 patriotas y 19 fueron heridos. “Contra unidades de conscriptos el asunto era relativamente fácil, pero cuando combatíamos contra soldados profesionales nos causaron serios problemas”, reconoció más tarde el jefe militar inglés Jeremy Moore.
Por eso cuando Rico se enteró de la rendición, en pleno combate, le pidió al teniente coronel al comando del Regimiento Nº 25 de Infantería, Mohamed Alí Seineldín, una medida desesperada que muestra el carácter de estos combatientes. Solicitó que destituyan al gobernador argentino de las islas para poder seguir resistiendo. A pesar de esas ganas, Rico dice que sabía que la guerra se perdía “desde el primer día en Malvinas”.
Haciendo un análisis de las causas militares de la derrota, Rico señaló: “Se planteó la defensa de Puerto Argentino en la isla Soledad y eso no se cumplió. No se hizo todo lo posible para defenderlo, al punto tal que cuando los ingleses atacan, las defensas estaban prácticamente improvisadas.
Se habían hecho en los últimos tres días, con soldados ya cansados, sin la adecuada convicción, sin el apoyo de fuego. Todo un error de conducción, que tenía varios principios para aplicar. Lo primero es que no tenía en claro lo que quería hacer, perdió el objetivo. Si hubiéramos defendido solamente Puerto Argentino, sin mandar tropas innecesarias a la isla Gran Malvina, a lo mejor seguiríamos ahí. En Malvinas sobraban más de la mitad de las tropas”.
Desalín Salazar combatió hasta último momento en uno de los regimientos más reconocidos de la guerra, el BIM5, Batallón 5 de Infantería de Marina. Protegían los terrenos altos desde la primera línea. “No pensábamos en la rendición. Nosotros fuimos a la guerra convencidos de la victoria. Uno no claudica hasta último momento y la noticia fue un golpe de impotencia, de bronca. Lo que más me afectó fue ver llorar de impotencia, de amargura por no poder seguir combatiendo”, dice Salazar, que era cabo primero y tenía 23 años entonces.
“El tiempo pasó rápido y el recuerdo de nuestros compañeros que quedaron en las islas se mantiene. En estos 30 años cambió mucho el tratamiento que se le da al excombatiente. Los veteranos de guerra, cuando terminó la guerra, no tenían el reconocimiento social que por suerte tenemos hoy. Había mucha indiferencia y hoy este gobierno nos dignificó. Pero el reconocimiento no llegaba sin los 30 años de lucha de los veteranos”, contó Salazar.
Para el salteño, las tropas inglesas sufrieron más bajas que los argentinos. Dice que a su comandante Carlos Hugo Robacio lo sigue llevando “en las entrañas”. Para Salazar, “la guerra fue una ganzada de la Junta Militar”. Desde su punto de vista había buenos recursos humanos, pero pocos medios. “Hoy tenemos el apoyo regional y muchas condiciones para conseguir el internacional. Eso está bueno”, dijo. “En Puerto Argentino los ingleses quedaron bastante resentidos porque le dimos una buena paliza y combatimos hasta después de la rendición. Nos decían que habían tenido que replegar a los gurkas, mercenarios de Nepal, porque habían pedido degollarnos a los del BIM5. El batallón fue el último en salir de Malvinas porque nuestro comandante no permitió que nos trasladen en un buque inglés”, dijo.