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Más de dos años de espera agobian a las familias de la comunidad diaguita calchaquí de Angastaco, sobre ruta 40.
23 DE Julio 2013 - 08:56
De armas tomar era Juan Calchaqui. Heredó la sangre guerrera de sus ancestros que, desde 1480, plantaron batalla contra el Inca. Las primeras contiendas originaron las fortalezas o pucarás que pretendían alejar la penetración incaica de sus valles. Defendían su lengua cacán contra toda quechuización posible. Las luchas en defensa propia nunca terminaron. La conquista europea planteó otra guerra que tuvo como máximo protagonista a Juan Calchaqui, de quien heredaron su nombre los preciosos valles del oeste salteño. Murió como los héroes y mártires de su época: luchando. Al recordarlo hoy, una herida entre los cerros comienza a sangrar. La paz y la prosperidad nunca fueron condiciones de las que los diaguitas pudieran presumir. Empobrecidos, acorralados por la modernización excluyente, claman por los derechos básicos que las leyes imponen pero que, como una burla cruel, nunca se materializan.
En el pueblo de Angastaco, sobre la ruta 40, vive la comunidad diaguita calchaquí “Pucará Angastaco”. Sus integrantes luchan por una vivienda digna. Son familias muy carenciadas que viven en constante amenaza de desalojo, de calle. Ester Río, mujer cacique primero de esta comunidad, expresó: “Nosotros gestionamos viviendas para familias que iban a ser desalojadas, que tienen discapacitados entre sus miembros. Entonces, en 2010 hicimos gestiones en el IPPIS (Instituto Provincial de Pueblos Indígenas de Salta) y en el IPV y nos aprobaron ocho viviendas, aunque previamente se hicieron ambientales y estudios sociales, y desde ese momento peleamos para que las entreguen y construyan otras para el resto de la comunidad que tiene grandes necesidades habitacionales”.
Los hijos y los entenados de Salta
Ester Ríos dijo: “Desde 2010 la comunidad lucha por viviendas dignas. Hasta la fecha no recibimos respuestas. En el 2012 se empezaron a construir las ocho viviendas en convenio entre el IPPIS - IPV y están paradas por conflictos entre la empresa adjudicada y las instituciones. Exigimos respuestas”. Dice: “No sabemos donde está la traba. Pensamos y sabemos que en la provincia de Salta hay hijos y entenados, y nosotros somos los entenados porque todo es más difícil para nuestra comunidad”. Felisa Alancay es de la comunidad Pucará Angastaco. Tiene 58 años y 9 hijos. Dice que hace dos años espera que le entreguen la casa. Vive en una pieza y no tiene baño, ahí duerme, se lava, cocina. Visita su terreno cada dos días y tiene la ilusión de ver su casa avanzar hasta el techo. Clarisa Guaymás tiene 4 hijos, 33 años, vive de la asignación universal y no tiene casa. Dice que la necesita mucho porque será desalojada. Y así la historia de decenas de familias que claman por la más básica y mundana necesidad: un techo.
Los testimonios
Juana López
Tiene 43 años y trabaja de vendedora. Es madre soltera y dice que lo poco que gana lo tiene que repartir entre el alquiler de la pieza en la que vive y el resto es para comer.“No quiero regalos quiero una casa para pagar”, dice
Sonia Cardozo
Tiene 34 años y 6 hijos, de los cuales uno es discapacitado. “Siempre me falta plata para los chicos, y la casa es lo más importante que no tengo”, dice. Alquila una pieza y su esposo es trabajador temporario.
Natibida Guantay
Tiene 64 años y dice “no sé a donde ir”. Tenía plazo hasta este mes para entregar la precaria casa en la que vive. “Alquiler no se consigue”, dice. Doña Ester le alquila y ella le pidió seguir ahí un tiempo más, pero le dijo que no.
Miriam Cabezas
Esta mujer de la comunidad Pucará Angastaco alquila por 700 pesos una pieza. Tiene tres hijos y le dijeron que deberá pagar más caro el alquiler o se tendrá que ir con su familia. Ella contaba con la entrega de la casa.
Sara Cutipa
Es mamá de 4 chicos y tiene 37 años. Vive en una casa prestada con la madre, el padre, los hijos y los hermanos. Es personal de limpieza del hospital público de Angastaco y su mayor anhelo es que le entreguen su casa.