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25 DE Agosto 2013 - 01:49
La sequía, que ya lleva dos años, y la helada registrada en las últimas semanas causan un daño gravísimo a Salta, porque golpearon en el corazón de su potencial productivo y porque destruyeron fuentes de trabajo en una zona terriblemente castigada por el desempleo.
Estos fenómenos naturales muestran con dramatismo el drama de una región con inmenso potencial, con condiciones naturales para convertirse en un núcleo exportador de agroalimentos, pero abandonada a su suerte.
El director regional de la Federación Agraria Argentina, Eliseo Rovetto, denunció en San Martín, Orán y Rivadavia de perdieron más de 27 mil empleos en blanco en la producción de legumbres y hortalizas. Se trata de tres departamentos donde viven alrededor de 300 mil personas y figuran entre los más relegados en materia de empleo en Salta.
Más allá de las estadísticas, por lo general demasiado optimistas, el empleo estable es una de las demandas más fuertes en Salta y en particular en esos departamentos norteños.
Es importante en este punto recalcar que el clima siempre condiciona la actividad rural, en todas partes del mundo. Sin embargo, la tecnología y la planificación regional a cargo del Estado permiten prever las catástrofes, crear fondos para amortiguar sus efectos sociales y desarrollar la infraestructura adecuada para garantizar la actividad productiva.
La sequía y la helada encontraron a los productores sin resguardos y, también, sin respuestas de parte del Estado. Queda claro, con la destrucción de empleos, que los principales afectados son los sectores más frágiles de la población y no, como supone el discurso demagógico, los grandes capitales agroexportadores.
Las pérdidas afectaron a los cultivos de poroto, maíz, soja y maní, a los cítricos y a la ganadería, con serios problemas por falta de pasturas y forrajes. Solamente en soja, Salta produce 900 millones de dólares anuales, (cerca de 5.000 millones de pesos en la cotización del dólar oficial), con cosechas de 1.800.000 toneladas. Este año no se llegará a las 300.000 toneladas. En el caso del maíz, el promedio anual llega a las 900.000 toneladas, mientras que en esta campaña la cifra llegará solo a las 200.000. En el caso del poroto, con un promedio anual de 300.000 toneladas, esta temporada producirá apenas a 30.000.
Las pérdidas se estiman en 4.200 millones de pesos. La pérdida de la cosecha afecta seriamente la cadena de pagos y esto repercute particularmente en los pueblos del interior, cuyas economías sufren una parálisis con serias consecuencias sociales. El colapso agrícola se traduce en catástrofe social. Los créditos de 500 mil pesos anunciados por el gobierno provincial son insuficientes y no se conoce ninguna otra medida de emergencia nacional o provincial que corra en ayuda de una agricultura que debe honrar compromisos por las enormes cantidades de cereal vendidas a futuro.
Nadie puede evitar las heladas ni la sequía, las regiones con proyecto de desarrollo agroganadero desarrollan siempre un sistema de reaseguros tanto financieros como en materia de infraestructura.
Salta necesita recuperar la conciencia de que el futuro de su gente depende del campo. La catástrofe de estos días es la contracara de la renuncia explícita al desarrollo sustentable.
Desde 2007 a la fecha, el rodeo ganadero no aumentó ni el uno por ciento, luego de un crecimiento sostenido del mil por ciento en los 17 años anteriores. El Ordenamiento Territorial decretado en la provincia y un amparo dispuesto por la Suprema Corte de la Nación (que al cabo de cinco años se declaró incompetente en materia de Medio Ambiente) paralizaron drásticamente la consolidación de Salta como productora de agroalimentos.
Sin embargo, ese es nuestro futuro. El mundo incrementa cada año su demanda de alimentos y Salta cuenta con potencial para satisfacer esa necesidad y generar empleo y calidad de vida para la gente.
El desarrollo de Orán, San Martín y Rivadavia depende de una estrategia compleja, que contemple la actividad agroganadera y forestal, la industria agroalimentaria y la generación de energía. Requiere, entonces, decisión política: soluciones eficaces para las coyunturas negativas y un proyecto a largo plazo, que mire a la realidad de frente y no la disfrace con retórica.