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Maniobras de fraude, gente habilitada para votar pero sin DNI o votantes en padrones de la provincia de San Luis.
29 DE Agosto 2013 - 02:05
Santa Victoria Este amaneció helada. Hasta el monte parecía entumecido cuando a las seis de la mañana Lucio Rojas tiró un puñado de maíz al aire. Unos cincuenta cardenales de sobresaliente copete colorado esperaban por el banquete que todas las mañanas les regala el viejo criollo de Marca Borrada. Se rompió el silencio y todo el campo despertó con el trinar de los pájaros. El Tribuno llegó durante las últimas elecciones nacionales Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), a la misión Las Vertientes, último rincón del Chaco salteño, límite con Formosa y la República del Paraguay. Maniobras de fraude, groseros errores de documentación, saqueo de mercadería en autos oficiales y cientos de aborígenes sin DNI, pero en condiciones de votar, son algunas de las cosas que se vivieron en el municipio más pobre de la Argentina.
Son las nueve de la mañana en la escuela 4.128 del paso internacional de Misión La Paz, a unos 40 kilómetros del pueblo de Santa Victoria Este. Los fiscales toman mate, los milicos con las manos en los bolsillos. Un solo votante pasó por el cuarto oscuro.
Pasando La Bolsa, los caminos se vuelven estrechos. Agustín González es de esa comunidad, reconocida porque a principio de año obtuvo la luz después de tener secuestrado por semanas el tractor de la Municipalidad. Tiene 18 años, una mujer y un hijo. El 11 de agosto, El Tribuno lo encontró trabajando en el monte, cerca de Las Vertientes. No pudo votar, porque es uno de los cientos de aborígenes que no tienen documento en Santa Victoria Este. Tiene cuatro perros, una carretilla cacera, un hacha y un machete, sus herramientas de trabajo. Había estado en ese lugar el día anterior para verse con su presa, una vieja algarroba, que prendió fuego para poder voltearla y venderla a 20 pesos.
CONFESO QUE ESTABA “COMPRANDO VOTOS” FRENTE
A LA ESCUELA.
“Hace dos años vinieron a documentarnos, pero nunca me llegó. Tenía ganas de votar. Como no tengo el DNI tampoco lo pensé mucho. La política es muy difícil. Antes llegaban cosas. La gente siempre recibía algo, una ayudita. Pero ahora nada”, cuenta Agustín.
Tiene una gorra dada vuelta, una campera y una bufanda azul, para cubrirse del inusual frío de esa mañana. No cobra planes sociales. Vive de las changas, principalmente de la venta de leña y de miel del monte. “En estos tiempos ya empieza a haber miel, pero ya no da mucho”, asegura Agustín. El litro de miel pura se vende a 15 pesos.
Uno de los inconvenientes más difíciles de sortear para estos habitantes es la distancia. Los aborígenes de Las Vertientes beneficiados con planes y ayudas sociales tienen que cobrar esa asistencia en la localidad de Santa Victoria Este, a unos 70 kilómetros, por caminos casi intransitables. Muchos eligen pagar alguno de los dos medios de transporte de pasajeros de la zona: en el acoplado de un camión o en moto. El viaje en camión sale $70 ida y vuelta. Se viaja parado. El viaje en moto es más rápido. Sale entre $100 y $150 pesos, pero el chofer no puede llevar más de dos pasajeros. Según el cacique, 60 familias no cobran plan.
Son cerca de las 10 de la mañana en Las Vertientes. Unas horas antes, según relató un testigo directo, una camioneta de la Municipalidad cargada con 100 kilos de carne y mercadería fue saqueada por un grupo de aborígenes. “No era comida para que voten a alguien en particular. Fue para que las familias, y en especial los chicos, puedan comer algo en esta jornada. Llevo años acá y nunca había pasado”, le dijo a El Tribuno entre lágrimas.
AGUSTIN GONZALEZ, DE MISION LA BOLSA, SACA LEÑA QUE
VENDE A 20 PESOS.
Ahora el ambiente está tranquilo, la gente saluda educadamente a los oficiales de policía y gendarmes que custodian las urnas, más que nada los hombres. Las mujeres wichi son de pocas palabras. Usan polleras largas y coloridas, muchas andan sin calzado, como sus hijos. Los más chiquitos viajan envueltos en unas mantas que sus madres llevan colgando, que es la última moda en Buenos Aires. Timoteo Niato es uno de los dos caciques de la misión, que tiene 119 familias y 532 personas. La comunidad fue noticia el año pasado, cuando secuestraron durante semanas una camioneta de la Municipalidad con su chofer incluido. Pedían un nuevo puesto de salud que fue construido, pero que no tiene enfermero. También reclamaban un tanque de agua, que fue levantado, pero que solo funciona por algunas horas. Timoteo asegura que no hay vivienda en Las Vertientes hecha por el Estado y que hay 45 personas sin DNI.
Los gestores del fraude
El Tribuno pudo documentar una maniobra de fraude. Cerca del mediodía en Las Vertientes, frente a la escuela destruida 4.199, había una camioneta blanca. Un criollo de la zona la manejaba y había estado antes en algunas de las casas de los dirigentes de la comunidad. Durante cerca de una hora algunos ciudadanos se juntaban con el criollo antes de emitir su voto. Hablaban unos segundos hasta que el hombre entregaba algo antes de votar. Después del sufragio se repetía la maniobra usando la camioneta como refugio. Un soldado reparó en el extraño modo de actuar del conductor de la camioneta y se colocó a sus espaldas. Cercado por los periodistas y los militares, el conductor se retiró de la escena. Por la noche, abordado por este medio, reconoció que “estaba comprando votos” para el oficialismo.
Fuentes policiales estimaron que se hicieron más de 200 certificados para personas que no pudieron votar. Alrededor de un 30% de esos certificados fueron pedidos por ciudadanos sin DNI. Aborígenes de la misión chorote de La Merced, a unas cuadras de Santa Victoria, figuraban en el padrón del municipio de La Merced. Lo mismo con habitantes de la misión San Luis, que fueron llamados a votar en la provincia de San Luis. Otros figuraban en la andina Santa Victoria Oeste, a más de 1.000 kilómetros.
Una escuela destruida
La Escuela 4199 de la misión wichi de Las Vertientes tiene antecedentes difíciles de igualar en todo el territorio argentino. “Se prendió fuego, se inundó, una rajadura hace temer un derrumbe, hay una invasión de ratas, cuando llueve quedan aislados y el diluvio se burla de los techos, el director tiene que dormir en el aula del preescolar; no hay luz porque alguien se llevó los paneles solares; no hay combustible para la bomba de agua; no hay baños y está rodeada del estrago más doloroso, que es la pobreza estructural”, publicó este diario en la Navidad de 2012. Todo sigue igual.
“Las obras se iniciarían luego que (sic) termine la época de lluvias”, aseguraba un semanario gratuito y oficialista en marzo, pero a unos meses de otra nueva temporada de lluvias las obras todavía no comenzaron.
Las máquinas de voto electrónico descansan en una de las aulas esperando ser usadas en las próximas elecciones provinciales. “Muchos no saben leer y nadie conoce a los candidatos por la foto. Acá no tenemos luz, mucho menos televisión, y para los más viejitos es muy complicado el voto electrónico”, dijo el cacique Timoteo Niato. En el padrón figuraban 341 votantes. Votó menos del 50%: Rodolfo Urtubey sacó 116 votos, Juan Carlos Romero 21, Andrés Zottos 7 y Alfredo Olmedo obtuvo 4 votos.
Caminos que alargan distancias
Luis Arroyo es el director de la escuela de Aguas Verdes, a cuatro kilómetros de Las Vertientes. Aunque su domicilio electoral está a más de 1.000 kilómetros de distancia, es muy probable que figure en falta para la Justicia Electoral, ya que no cuenta con una comisaría cercana para realizar el trámite. “No puedo viajar a Victoria para sacar la constancia. Acá no hay colectivo y no puedo pagar $150 por una moto. Mañana tengo que dar clases. Sería bueno que los policías que vienen a cuidar las elecciones también estén habilitados para hacer ese trámite”, propone el director.
Ante una emergencia piden la ambulancia de Misión La Paz por la radio de un dirigente de Asociana. Es uno de los tres ingleses representantes de la Iglesia Anglicana, radicados en la zona, dos de ellos casados con mujeres de comunidades indígenas. Se trata de John Pearson, que siguió los pasos de Cristopher Neil Wallis y del antropólogo doctorado en Oxford, John Palmer, protagonista del documental filmado en Tartagal, El Etnógrafo, que fuera aclamado en el Malba de Buenos Aires.