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El libro editado recientemente por Reservoir Books ofrece jugosas anécdotas sobre los romances del rock.
21 DE Junio 2014 - 01:50
Hay una tal Cristina Bustamante en Los Ángeles que debe ser la envidia de millones de mujeres. Es argentina -rosarina, para más dato- y seguramente debe andar pisando los 60. Se sabe que tiene hijos y nietos. Y se podría sospechar que lee poesía, cuida las plantas y cocina pasta como los dioses. O no. Eso es un misterio. De su borrosa existencia, lo único verdaderamente seguro es que ella tiene el privilegio de poder decir, cada vez que suena una de las canciones más bellas del mundo, “a ese tema lo escribieron para mí”. Cristina Bustamante fue la primera novia de Luis Alberto Spinetta, en la adolescencia. Su eterna “Muchacha ojos de papel”. Ella pertenece al selecto grupo de mujeres que se convirtieron en musas inspiradoras y quedaron inmortalizadas en canciones del rock nacional. Como María Zoca Pederneidas, la brasileña de quien Charly García se enamoró a los 27 años. Ella tenía 17, era bailarina y se mudó desde su Belo Horizonte natal para corresponder a ese amor desproporcionado que duró diez voluminosos años. A la bella Zoca, Charly le dedicó Buscando un símbolo de paz, Me siento mucho mejor y Promesas sobre el bidet, entre otras canciones.
Evidentemente, detrás de una gran porción de nuestro rock nacional hay siempre una historia de amor. Agustina Larrea y Tomás Balmaceda, periodistas y escritores, se pusieron en la tarea de sacarlas a la superficie. La investigación les llevó cuatro años. El resultado: Quién es la chica, un libro lleno de anécdotas y sonoridades que recientemente editó Reservoir Books. “Están incluidas las historias de más de 200 canciones. Para eso hicimos más de 40 entrevistas y trabajamos investigando en archivos y hemerotecas. El libro tiene fuentes variopintas porque necesitábamos mucha información para estar seguros de las versiones que nos daban o que teníamos”, le contó Tomás a El Tribuno.
Como el texto recorre varias décadas, Agustina precisó que fue necesario buscar historiadores o testigos de aquellos momentos inolvidables. “Por citar un ejemplo, charlamos con Pipo Lernoud (amigo de Tanguito), que nos contó anécdotas muy ricas. Lamentablemente también en el camino de nuestra investigación fallecieron algunos artistas como Luis Alberto Spinetta. Entonces, en esos casos, tuvimos que recurrir al archivo, a allegados, a periodistas”.
A lo largo de la investigación, surgieron “musas” por antonomasia, como es el caso de María Rosa Yorio, una leyenda del rock nacional que echó a volar la inspiración de grandes músicos como Charly (Quizás porque, Seminare, Eiti Leda, Necesito, Pequeñas delicias de la vida conyugal), Nito Mestre (Un saludo al mar) y León Gieco (La semana de una cantante). En el camino hubo confirmaciones de viejos rumores y también desmitificaciones. “Desde que tengo memoria escuché que Rasguña las piedras era una canción que Charly le había escrito a una novia epiléptica que fue dada por muerta, despertó dentro de su tumba y estuvo rasguñando las piedras hasta que realmente falleció. Sin embargo, descubrimos que el mismo García rechazó la versión y María Rosa Yorio nos contó que el tema es para ella”, contó Tomás. También les pasó con Fito Páez y Brillante sobre el mic. “Como la canción está en el disco El amor después del amor, que está dedicado a Cecilia Roth, pensábamos que era para ella. Pero Fito nos contó que la inspiradora en realidad fue Fabi Cantilo”, sumó Agustina.
Quien es esa chica es un libro de respuestas. Un elixir para quienes nos preguntamos alguna vez, por ejemplo, quién era la Catalina a la que le cantaba tan divinamente Cantilo. La del “eterno crepúsculo en la piel”.
Tomás Balmaceda y Agustina Larrea recopilaron en un libro las historias entre bambalinas de las canciones de amor (y desamor) más famosas del rock argentino.
Desde Muchacha ojos de papel hasta Un osito de peluche de Taiwan, pasando por Un vestido y un amor, En la ciudad de la furia o Hacelo por mí, las musas estuvieron siempre presentes.
Los autores se ocuparon de rastrear, durante cuatro años, quiénes eran esas mujeres. Muchas veces resultaron ser parejas y amantes, pero también surgieron como disparadores de la inspiración los hijos, las madres, otros músicos admirados... o simplemente la imagen ficticia de un estereotipo de mujer.
Agustina Larrea es periodista y docente. Nació en La Plata en 1982. Trabajó, entre otros lugares, en el diario Perfil, en la productora Endemol. Fue miembro del equipo de programación de Canal (á). Actualmente es colaboradora en Ámbito Financiero.
Tomás Balmaceda es doctor en filosofía, profesor universitario y periodista. Nació en Campana en 1980. Colabora desde hace varios años en medios como Clarín, Noticias y la página web de Rolling Stone Argentina. En las redes sociales es @capitanintriga y tiene el blog SonCosasMias.com.
Un vestido y un amor, Fito Páez (Del disco El amor después del amor, 1992).
“No hubo margaritas sobre ningún mantel. Sin embargo, aquello de ‘yo no buscaba a nadie y te vi’ tiene bastante que ver con el primer encuentro entre Cecilia Roth y Fito Páez. Fue en febrero de 1991 en José Ignacio, cerca de Punta del Este. La actriz, que por entonces estaba casada con Gonzalo Gil, había organizado una fiesta de disfraces en la casa de unos amigos. Con el festejo ya avanzado, llegó el músico sin disfraz pero con un atuendo que le llamó la atención: ‘Estaba muy bien vestido: tenía unos pantalones blancos, anchos, muy volátiles; unos zuecos altísimos, una chaqueta como de brocato plateada... estaba maravilloso. Yo tenía un vaso de vino en la mano, se me acercó... y algo me pasó (...)’, recordó Cecilia en la autobiografía de Páez (...) Meses después, cuando Roth finalmente se divorció, salió a la luz la relación con el músico, que se inspiraría en ella para componer gran parte de las canciones más recordadas de su repertorio. Fue la época en la que preparaba el exitoso El amor después del amor”.
Te llevo para que me lleves, Gustavo Cerati (Del disco “Amor amarillo”, 1993).
“Después de un tiempo de amor a la distancia y dificultades porque la familia de ella no estaba de acuerdo con la relación, Cecilia Amenábar y Gustavo Cerati decidieron casarse. Aunque la decisión de dar el sí no fue de un modo convencional. ‘Yo ya estaba viviendo sola, había entrado en la universidad. Estaba en un departamento. Y fue una mucama de la casa de mi mamá que terminó siendo cómplice mía. Porque mi mamá le cortaba el teléfono a Gustavo, no me decía cuándo llamaba o trataba de dilatar la situación. Un día llama, él no sabía que yo me había mudado. Justo contesta ella y le dice despacito: ‘No, Cecilia no está, pero yo le voy a dar el nuevo número’ (...). Me fui con él a la gira de Dynamo, de Soda Stereo, cuatro meses, porque justo eran mis vacaciones (...)”. Al regreso, Amenábar descubrió que estaba embarazada (...) La idea de llevar a alguien, el estado de embarazo y un juego de palabras inspiraron a Cerati a componer la popular canción Te llevo
Avanti morocha, Iván Noble (Del disco La paciencia de la araña, 1998).
“La explosión que provocó Avanti morocha fue tal que todavía hoy resuena la onda expansiva. Desde lo musical, para la banda que lideraba Iván Noble resultó ser el hit que hizo que el disco La paciencia de la araña vendiera miles de ejemplares más que sus predecesores (...) Mientras se oía a Noble cantar ‘arriba morocha que nadie está muerto, vamos a punguearle a esta vida amarreta un ramo de sueños” por todos lados, el músico aparecía también en las revistas por un fugaz romance que tuvo con la actriz Natalia Oreiro (...). Por otro lado, tiempo antes de que saliera el disco, a Noble se lo había vinculado con otra morocha, la actriz Valentina Bassi (...). A la vez, por entonces también concluía una historia de amor con la conductora radial Carla Ritrovato, que quedaría plasmada en la canción Oxidado, del mismo disco (...) Años después, en una entrevista, aunque no reveló el nombre de la morocha, Noble contó que el tema estaba dedicado a una ex pareja (...). “Ella estaba triste porque yo me iba a grabar un disco afuera por un mes”.
Eiti Leda, Charly García (Del disco Serú Girán, 1974).
“Muchos creen que Eiti Leda, uno de los temas más bellos del rock nacional, fue escrito por Charly García para su gran amor brasileño, María Zoca Pederneidas. Sin embargo, su origen se remonta más atrás en el tiempo y su destinataria es otra de las grandes musas del músico, María Rosa Yorio.
García compone el tema, al que titula Nena, a finales del año 1974, inspirado por María Rosa Yorio, y lo presenta en público en el recital que brindó Sui Generis en el marco del lanzamiento de Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, como un adelanto de lo que sería Ha sido, una placa que nunca vería la luz porque el conjunto se disolvería poco tiempo después de ese show (...). La composición reapareció, rebautizada Eiti Leda, en 1978, en el primer álbum de Serú Girán. El nuevo nombre, de sonido más tropical, engañó a muchos y los hizo pensar que el tema era para Zoca. En 1999, García confesó a Clarín que Serú Girán es un término sin sentido, pero que ‘Eiti Leda’ es una frase ‘en un idioma completamente ficticio’ que quiere decir Coca Cola”.
Flaca, Andrés Calamaro (Del disco Alta Suciedad, 1997).
“Elusiva y misteriosa, la historia de Mónica García se puede reconstruir a partir de datos sueltos encontrados en entrevistas, notas y algunas pocas fotos publicadas en la década del 90. Sin embargo, o quizás precisamente por este misterio, su figura se convirtió en una verdadera leyenda en el ambiente del rock. Nadie sabe cómo conoció a Andrés Calamaro, pero sí que se casaron en secreto en 1992, en España, donde el argentino se había refugiado luego de que la carrera solista que había arrancado tras su partida de Los Abuelos de la Nada no lograra la repercusión esperada. Luego de vivir en un modesto edificio de Chueca (...) los primeros éxitos de Los Rodríguez le permitieron mudarse junto a su amor a un departamento mucho más cómodo, en donde la pareja convivía junto con sus gatos Tyson, Sinatra y Babar. Además de esposa y confidente, Mónica se convirtió en manager de Calamaro, quien se tatuó su nombre en el antebrazo”.