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"El caso de las francesas fue el disparador de la novela", afirmó Olguín quien vuelve al género policial con "Las extranjeras" donde una periodista se involucra en la investigación de un doble femicidio.
3 DE Junio 2014 - 19:15
Como secuela de su libro anterior, "La fragilidad de los cuerpos" (Tusquets, 2012), y antesala de una larga saga policial que la tendrá como protagonista, Rosenthal, periodista abnegada en pos de la verdad, seductora y terca, vuelve a ocupar el centro de la escena de este thriller, ubicado en Yacanto del Valle, un pueblo ficticio en Tucumán.
Tras un año oscuro y sacudido emocionalmente, Rosenthal, redactora de la revista Nuestro Tiempo, se toma unas vacaciones en el noroeste argentino donde conoce a Petra y Frida, dos turistas europeas con las que establece un lazo fraterno, aunque con una de ellas, se involucra en una relación más íntima y confusa.
Pero a los pocos días y después de una fiesta, ambas extranjeras aparecen muertas, violadas y golpeadas. Esto será para Verónica el comienzo de una investigación personal en la búsqueda por el esclarecimiento y, con un ritmo cinematográfico, el relato se configurará como una denuncia sobre la connivencia entre la muerte, el poder y la impunidad.
"El caso de las turistas francesas asesinadas fue el disparador de la novela, no quería escribir una crónica de lo que había ocurrido en Salta, sino tomar el caso y manejarme con libertad. Cambié detalles: es un pueblo inventado, no son francesas y también se parece a muchos femicidios que hubo en el noroeste en los últimos años", cuenta Olguín (Buenos Aires, 1967) a Télam.
"Las extranjeras" (Suma de Letras), además de ser un policial en el que el lector entra y se queda hasta el final, rastrea elementos de crímenes en las provincias como el de Paulina Lebbos y María Soledad Morales, por nombrar los más resonantes.
"Son chicas abusadas y asesinadas generalmente después de algún tipo de fiesta o reunión de la alta sociedad. Y siempre hay vínculos con sectores del poder que esconden a los verdaderos culpables de los asesinatos", subraya el autor.
Frente al doble femicidio de Petra y Frida, Verónica -con la ayuda de personas entrañables- afila su olfato periodístico y se sumerge hasta el fondo en la investigación: "Va reaccionando a lo largo de la novela de manera personal, no es la típica investigadora sino alguien que está buscando algo más polémico, como la venganza. El personaje se complejiza", advierte Olguín.
¿En qué aspecto? "Ella se encuentra con muchos casos de femicidios y nota una constante, por eso piensa que hay un asesino serial, pero no, es la sociedad la que permite que se cometan con cierta repetición estos crímenes con características parecidas", agrega.
"Verónica -sigue el autor- toma conciencia de la impronta social de estos crímenes especialmente en lugares como el noroeste argentino donde hay una estructura muy feudal, con las mismas familias que dominan las provincias hace 200 años".
La novela simula una investigación gracias al oficio periodístico que ostenta Olguín, quien confiesa que "era más verosímil inventar que tomar la realidad tal cual era. Lo que sí investigué fueron los vínculos de las familias del noroeste dentro del poder real, que muchas veces supera al político. Por ahí no se nota tanto pero me obsesionaba cuando escribía. Quería que estuviera presente".
En sintonía con la saga policial de los escritores Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que 20 años antes que Stieg Larsson desnudaron las fallas del estado de bienestar de la modélica Suecia, y con guiños al personaje borgiano Emma Zunz, "uno de los textos más feministas de la Argentina", Olguín pule con Verónica una voz que se mete con temas "que parecerían que son del mundo femenino, pero nos competen a todos".
Y lanza: "La literatura argentina ha sido siempre muy machista. Pareciera que los varones tenemos que escribir de fútbol y asesinatos y las mujeres de amor. Hay que romper los estereotipos y cuando la narrativa argentina se haga cargo de nuestro tiempo, los temas florecerán naturalmente. El cine y la música ya se han hecho cargo de una problemática ajena a lo típicamente masculino, la literatura tarda en hacer ese click".
Rosenthal, periodista a la vieja usanza, cheta, de familia con plata y algo egoísta, está "construida como los investigadores habituales de los policiales, un lugar siempre ocupado por el varón, entendido como alguien que pone el cuerpo, ya sea porque se levantó a la rubia de turno o porque le van a dar una paliza. Me interesa trasladar eso del género policial a una mujer que lo soporta y a la vez, es realista".
"Las extranjeras", un policial con el ritmo de una montaña rusa que no deja rengo ni por un segundo al lector, también es una historia donde el amor ocupa un espacio clave, la justicia es un valor fundamental, el periodismo es una escuela y la venganza, una necesidad.