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Pancartas con la imagen del Che, ayer en La Habana, Cuba. AP.
Según analistas, para las fuerzas políticas de ese sector, la figura estetizada del Che las excede.
9 DE Octubre 2017 - 15:40
A 50 años del asesinato de Ernesto Che Guevara en la localidad boliviana de La Higuera, su impronta, transformada en emblema, referencia y soporte de identidades políticas, dio paso a una producción masiva y estetizada de su imagen que excede a las izquierdas políticas y partidarias, lo que termina por representar, según analistas, un símbolo problemático para esas fuerzas.
"Llevar adelante una revolución trascendente como la cubana generó una épica de la imagen que ubica al Che entre las figuras políticas más relevantes del siglo XX", explicó el sociólogo Esteban Dipaola, en tanto el antropólogo Alejandro Grimson, autor de "Mitomanías argentinas", también puso en su presencia en la isla ese valor "único, que es haber estado en la única experiencia socialista en América, con impacto gigante en el continente".
Dipaola y Grimson, ambos investigadores del Conicet, fueron convocados por Télam, a propósito de los 50 años transcurridos desde el 9 de octubre de 1967, cuando el Che fue ejecutado, un día después de ser capturado por el Ejército boliviano, un acontecimiento histórico que llevó al líder revolucionario a convertirse en un estandarte de las izquierdas.
Dipaola consideró que "el emblema Guevara" excede a las izquierdas políticas y partidarias, lo que genera que su imagen "se convierta en un símbolo problemático para ellas".
"Las izquierdas partidarias deben hacer esfuerzos por 'limpiar' esa imagen de sus reapropiaciones artísticas y de sus lenguajes culturales y estéticos, y eso es todo un problema", puntualizó el sociólogo.
"Por eso el Che siempre fue más significativo para las izquierdas culturales, que lo pueden promover aun con sus experiencias estéticas y su masividad", agregó Dipaola.
Llamó la atención, además, sobre el hecho de que "las características masivas y las apropiaciones del marketing hicieron del Che una imagen de carácter popular, pero, precisamente, en el sentido de que es consumido por todas las clases sociales".
Dipaola expresó que "lo que se consume es la imagen del Che, es decir, un producto despojado de su perspectiva histórica y de la crítica de su historia", y hasta se permitió ironizar con que "la imagen del Che es casi tan potente y penetrante como la de Coca-Cola".
"Nadie consume Coca-Cola por su sabor y mucho menos por sus propiedades. Es por su condición fetiche, el producto despojado de sus condiciones de producción. Y eso mismo ocurre con el Che Guevara, al que el marketing lo vacía de historia y de ideología", agregó el sociólogo.
Para Grimson, en tanto, la potencialidad del Che se esconde en "su manera desinteresada de vivir la vida, en cómo se produce su muerte y su derrota". "Su figura demuestra el sacrificio en la ofrenda de la vida", analizó.
"El mito del Che es el del que deja el gobierno para seguir en una lucha en el medio de la selva; más profundamente, es el que alude a que la propia vida vale poco y nada si no se lucha", apuntó Grimson.
Sin embargo, el antropólogo insistió en que "el líder revolucionario vive más en las remeras y en las banderas de las marchas de protesta que en las instituciones oficiales".
Según el autor de "Mitomanías", "aun cuando la imagen del Che se haya estandarizado, las instituciones son altamente renuentes a que existan inscripciones con su nombre", hecho que atribuye a que "no es un símbolo tan consensual, como el de Eva Perón, que no deja de ser un terreno de disputa".
Sobre el punto, Dipaola sostuvo que "la imagen del Che ha sido desde siempre centro de disputas por interpretaciones y apropiaciones singulares que impidieron concentrar una figura típica, que es lo que posibilita la existencia de un homenaje generalizado".
A la hora de evaluar las razones de ese no-reconocimiento, el sociólogo menciona "las circunstancias políticas de Argentina, que impedían que la figura del Che fuera recibida, luego de producida la Revolución cubana, lo que hizo que se consolide una imagen que convive mucho con su rechazo".
"Esto también produjo que el Che en la Argentina no tenga reconocimientos sociales, políticos e institucionales, es decir, que prácticamente no haya calles que lleven su nombre o que carezca de monumentos de relevancia", agregó.