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Una jauría se reúne todos los días al pie del cerro, para salir a merodear y hacerse de las bolsas de residuos. Hay vecinos que salieron en defensa de Firulais y señalan a otros canes como responsables de los ataques.
26 DE Enero 2018 - 09:10
Al amanecer, cerca de las 7, detrás del hospital Santa Teresita de Cerrillos, Firulais reúne a una decena de perros vagabundos. En algunas ocasiones, la convocatoria alcanza a una veintena de canes que llegan desde todos los puntos del pueblo, algunos desde Villa Sivero, otros del cementerio, Santa Rosa, de la zona centro y hasta desde Villa Los Tarcos Oeste. El objetivo es merodear por los barrios aledaños, atacar las bolsas de residuos y hacerse con el botín.
La banda ya es conocida, especialmente en barrio El Molino, cerca de la zona donde Firulais y los suyos tienen la guarida. Algunos de los miembros de la jauría hasta tienen nombre. Cuentan los vecinos, que entre los canes habitué se encuentran Santillán, Brian, Keko y kako, mataco, wanda, peteco, huesos, brenda, coraje y canuto, entre otros.
Más allá de lo anecdótico, la situación es preocupante. En innumerables oportunidades, las veredas quedan sembradas de pañales usados, chalas de humitas, ploschones de yerba y otros desperdicios, tras el ataque certero de la banda de Firulais.
Un dato curioso. Lejos de saborear el botín en el lugar de los hechos, la jauría transporta los manjares a un sitio oculto entre los cerros, aún no localizado –según los vecinos-, donde al parecer se dan el festín.
Versiones encontradas: “Firualis nada tiene que ver”
Entre los habitantes del lugar, están quienes aseguran que la banda de Firulais nada tiene que ver con los ataques a las bolsas de residuos, que serían protagonizados por perros “mal enseñados” del propio vecindario de El Molino. “Estos perros del cerro, no se cruzan al barrio o al menos nunca los vi. Permanecen allí, mirando para aquí gran parte de la mañana pero no entran, no se mezclan con los otros perros. Estoy segura que no son los que rompen las bolsas. Son perritos tranquilos, que más bien parecen custodios de la serranía, porque luego en determinado momento todos se van para allí, hasta desaparecer entre los cerros San José y San Miguel. Es todo un misterio”, contó Bety, una vecina del lugar.