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Cárdenas, de Juventud, e Iturrieta, de Gimnasia, se trenzan en una discusión en el último choque; se viene un clásico lleno de tensión. Andrés Mansilla
El albo y el santo jugarán mañana parte de su permanencia en la categoría, en el segundo duelo salteño de la temporada. Hacía tiempo que ambos no llegaban a un pleito local con presentes futbolísticos tan paupérrimos y alarmantes.
5 DE Noviembre 2018 - 01:21
La cita será este martes, cuando los relojes marquen las 22, en el Gigante del Norte. De entrada sus protagonistas saben que no será la cita ideal, la que ellos idealizaron antes de arrancar esta historia, la que esperaban. Por el contrario, será una cita cargada de tensión, de nerviosismo, de presión, de pesadas mochilas sobre sus espaldas.
El goce y el disfrute tan esperado y reservado para estos duelos tal vez sea anulado por el dramatismo que suele imprimirle al deporte la llegada de un clásico contextualizado por el fantasmal escenario de una amenazante posibilidad de descenso.
Y es que justamente cuando las agujas indiquen la hora señalada para la disputa del segundo clásico de la temporada 2018/19 del torneo Federal A el contexto no será el más favorable para Gimnasia y Tiro ni para Juventud Antoniana, envueltos en sendos presentes futbolísticos paupérrimos, con centenares de dudas, con rendimientos muy bajos y encerrados en una depresión colectiva por tantas frustraciones, que no escapan a los futbolistas y sus cuerpos técnicos, pero tampoco a sus hinchas, en quienes ambas instituciones, y sobre todo Gimnasia, por ser local, depositan sus esperanzas de salvataje económico cuando la oferta no es buena.
Y, una vez más, a ellos se les exigirá asistencia y vida en las tribunas pensando en lo que se viene, una reválida tediosa, deficitaria, costosa y con escaso atractivo para el público.
Porque esa instancia será lo único a lo que aspiran ambos, que a solo dos meses de haber arrancado la competencia ya escribieron y sentenciaron sus destinos: pelear solo por la permanencia de la categoría, sin posibilidad alguna de permitirse soñar con otra cosa (ambos comparten con Altos Hornos Zapla el penúltimo lugar de la Zona 4 y están a siete puntos del hipotético cuarto y último clasificado, Crucero del Norte, cuando a cada uno le quedará solo cinco partidos por jugar hasta fin de año tras el clásico de mañana).
Ya no será el clásico de la pelea por clasificar, ni siquiera el de las urgencias. Será el auténtico clásico por la supervivencia, para sobrevivir, para alejarse de ese fantasma real, visible, concreto y palpable que es un posible descenso que hoy acecha a ambos por igual: ambos tienen 9 puntos; de los restantes 34 equipos de la categoría solo hay seis por debajo de albos y santos en la tabla general y, de terminar hoy el torneo, ambos deberían desempatar con Independiente de Neuquén, Sportivo Belgrano de San Francisco y Zapla para no ocupar las dos restantes plazas que los condenarían a jugar el Regional Amateur en 2020.
Lo cierto es que los asistentes al Gigante del Norte experimentarán en 24 horas un clásico histórico y prácticamente inédito, porque habrá que remontarse a mucho tiempo atrás para recordar cuándo millonarios y antonianos jugaron un clásico en plena lucha por la permanencia.
El que ría ganará una vida más, aire y una dosis necesaria de confianza para seguir peleándola desde el fango al que ya ambos están predestinados. Sin embargo, el que llore quedará mucho más complicado y en inminente zona de descenso directo, con el peso agregado de recibir un golpe de nocaut que será demasiado duro para un equipo endeble.
Las urgencias de Juventud ya se “comieron” un técnico y en Gimnasia está bajo la lupa Víctor Riggio por no encontrarle la vuelta a un equipo sin brújula, pese a que los dirigentes manifiesten que lo sostienen. Pero a todo no se puede soslayar que, para colmo de males, el santo llega precedido por su crisis institucional tal vez más dura de su historia, con un plantel a la deriva y en plena medida de fuerza, sin poder percibir sus salarios y aún sin respuestas de una dirigencia desconcertada.