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Frase: “Los genes represivos perviven en las fuerzas de seguridad”.
30 DE Junio 2019 - 00:45
Represor o represión es el término que se utiliza para mencionar a las acciones que se ejecutan desde el poder para cohibir ciertas actuaciones políticas o sociales. Esto es lo que pasó durante la última dictadura militar en el país, la que concluyó con el doloroso saldo de miles de muertos y desaparecidos. Con el advenimiento de la democracia, en 1983, se pensó que este accionar delictivo de las fuerzas de seguridad del país irían desapareciendo con el paso de los años. Sin embargo los hechos confirman que el gen de la represión aún pervive entre nosotros. Lo vimos hace un mes en la localidad bonaerense de San Miguel del Monte, cuando la policía atacó a tiros a un auto ocupado por cinco inocentes chicos, de entre 13 y 22 años. Cuatro de ellos murieron al chocar con el acoplado de un camión. Pasó lo mismo pocos días después en Santiago del Estero, donde un policía de “gatillo fácil” mató de un tiro en la cabeza a una adolescente de 17 años, madre de dos niños, durante un operativo vinculado con un robo del que la víctima no tuvo nada que ver. En muchos de estos desgraciados sucesos las víctimas de la represión son personas inocentes, lo que demuestra la falta de profesionalidad de los cuadros policiales.
El 5 de marzo pasado se cumplieron 19 años de un dramático suceso ocurrido en la provincia de Córdoba, donde un odontólogo salteño y un comerciante amigo fueron víctimas de una balacera por parte de la policía de Villa Carlos Paz. Humberto Orlando Gorriti (Beto) y Raúl Calvo no se explican todavía cómo se salvaron, a pesar de que los asientos del vehículo en que viajaban fueron perforados por más de 40 de los cientos de disparos de pistolas y ametralladoras que impactaron contra el vehículo en el que iban. Y hoy viven para contarlo.
Gorriti y Calvo jamás pensaron que una excursión nocturna de pesca podía terminar de esta manera, cuando la policía los confundió con un dúo de asaltantes. Ambos viajaban en un utilitario conducido por Beto Gorriti cuando fueron interceptados en pleno centro de Carlos Paz por un auto sin identificación. “Beto, nos asaltan, retrocedé”, le pidió Calvo, desesperado, al salteño. Cuando este hizo la maniobra chocó con otro auto que se había colocado atrás.
De ambos vehículos descendieron personas vestidas de civil portando armas de grueso calibre y comenzó la balacera, sin advertencia previa. Por instinto, ellos se arrojaron al piso y eso les salvó la vida. Pero el drama para los amigos no terminó allí, ya que luego de ser sacados a golpes de la unidad lo molieron a culatazos en la cabeza. Ellos pensaron que al milagro de la balacera también se le habían agotado sus cartuchos y que nada podían hacer para esquivar los golpes que les daban en la cabeza.
Minutos después arribó al lugar el ministro de Gobierno de la Provincia, Oscar González, a quien Calvo reconoció. Intentó acercarse a él, pero un comisario se lo impidió y al advertir el error que habían cometido les pedía disculpas.
“Les dije a estos hijos de puta que no salieran en caliente”, expresó el jefe policial, de apellido Britos, al referirse a la actitud de sus subalternos. La patota represiva estaba enceguecida porque momentos antes habían asesinado a un cabo durante el asalto a un negocio. Las víctimas de la terrible agresión también escucharon las disculpas de otros oficiales cuando los trasladaban al hospital, donde se determinó que tenían la cabeza deformada por los culatazos.
A partir de ese momento Gorriti y Calvo comenzaron con su derrotero en los tribunales. Meses después, con gran sorpresa, tomaron conocimiento de que en la fiscalía de Villa Carlos Paz no había ningún expediente de los graves episodios que sufrieron. Después de mucho litigar, en 2002, lograron que los policías fueran llevados a juicio, y allí Gorriti y Calvo recibieron el golpe de nocaut. Los represores fueron absueltos con el argumento de que actuaron en “estado de emoción violenta”, porque minutos antes uno de sus cuadros cayó abatido por unos ladrones. Como prueba de la manifiesta impunidad, ni siquiera lograron que les reintegraran los gastos de reparación del utilitario, que quedó como un colador por la cantidad de proyectiles que dispararon los po licías.
Este caso grafica de manera palmaria que la represión pervive, no solo porque está instalada en los genes de las fuerzas de seguridad, sino por la complicidad de funcionarios como el entonces ministro González.
Casi 20 años han transcurrido de aquella noche de horror en Carlos Paz, sin que Gorriti y Calvo pudieran borrar de sus memorias esa tremenda historia. Para mitigar el dolor y la sensación de impotencia por falta de Justicia, todos los 5 de marzo los amigos se reúnen para celebrar el hecho de estar vivos. “Sentimos que ese día volvimos a nacer y por eso lo celebramos como un cumpleaños”, comentó Gorriti.