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El 4 de abril de 2007, el docente Carlos Fuentealba fue asesinado durante una protesta. El crimen conmocionó a la Argentina. El reportero gráfico Leonardo Petricio fue a cubrir la manifestación y terminó ayudando a sacar de un auto al maestro herido de muerte. Su relato y una foto que dio la vuelta al mundo.
4 DE Abril 2020 - 12:46
El 4 de abril de 2007, el docente Carlos Fuentealba fue asesinado durante una protesta en Neuquén. El crimen conmocionó a la Argentina: 13 años después, los homenajes se sucedieron en Twitter. En la red social, su nombre escaló hasta convertirse en tendencia.
El docente tenía 40 años cuando salió a la ruta 22 aquél 4 de abril en el marco de la protesta docente por mejoras salariales que se reclamaban al gobierno provincial de Jorge Sobisch. Fuentealba estaba en el asiento trasero de un Fiat 147 cuando el policía José Darío Poblete tiró una granada de gas que traspasó el vidrio del auto impactando en el docente y causándole hundimiento de cráneo. Fue llevado de urgencia a un hospital, lo operaron dos veces y murió al día siguiente.
El hecho conmocionó al país y acabó con el sueño presidencial de Sobisch, que compitió en octubre de ese año con el escritor Jorge Asís como compañero de fórmula y apenas sacó el uno por ciento de los votos. El policía Poblete recibió una condena a prisión perpetua y Sobisch ha evitado la acción de la Justicia, pese a ser sindicado como el responsable político del crimen.
Una foto que dio la vuelta al mundo
El reportero gráfico Leonardo Petricio fue a cubrir la manifestación docente en Neuquén y terminó ayudando a sacar de un auto a Fuentealba herido de muerte. Su relato y la foto que dio la vuelta al mundo.
"En esta profesión a veces nos toca ser los ojos y testigos de la historia. A varios compañeros reporteros gráficos nos ha tocado estar en los momentos más trágicos de la Patagonia. Me tocó cubrir muchas represiones terribles, muy fuertes como la primera poblada argentina que se hizo en Cutral Có o el desalojo a los docentes en el puente en Neuquén, y algunas trágicas como cuando asesinaron a Teresa Rodríguez o en la que mataron a Carlos Fuentealba.
Ese día me tocó cubrir para el diario. Llegué 20 minutos después del primer desalojo en Arroyito que había hecho la policía con gases lacrimógenos. Había una cola muy grande. La conducción del gremio había pedido retirarse porque la policía estaba reprimiendo. En ese regreso se dieron varias situaciones en donde los efectivos embistieron contra los docentes que estaban volviendo. Yo me había corrido a un costado, hacia un canal, porque habían tirado mucho gas lacrimógeno y me tenía a mal traer. Crucé un alambrado, y estaba a unos 50 metros. Una vez que se disipa un poco el gas, vuelvo, me subo a la caja de una camioneta para ver el foco de la represión de la policía contra los docentes. La policía iba con las traffics con las puertas abiertas y disparando balas de goma y lanzando gases lacrimógenos.
La policía iba con las traffics con las puertas abiertas y disparando balas de goma y lanzando gases lacrimógenos.
Desde ahí veo que a unos 100 metros se para un auto, un 147, y se arma un revuelo bárbaro. Pongo un lente largo y cuando saco la foto veo que en la luneta había un agujero y humo, como que dentro del auto estaba lleno de humo. Entonces me tiro de la camioneta y me acerco corriendo. Había un revuelo de efectivos, camiones hidrantes y las combis de los grupos de choque de la policía por todos lados. Al llegar veo a otros docentes desesperados, tratando de abrir el auto. El dirigente Gabriel Pillado con un palo rompe la luneta. Sale todo el humo del gas lacrimógeno y veo a una persona tirada adentro: era Carlos Fuentealba.
Entre varios lo sacamos, y se lo recuesta sobre el asfalto. Dos maestros lo tenían en brazos y ahí veo que Fuentealba tenía sangre por toda la cabeza, en la campera, en la cara, y estaba en shock. En ese momento nos enteramos de que habían disparado un proyectil de un lanzagaces.
Pasaron años y a mí me parece que hubiera sido ayer. Fue tan fuerte que hoy cierro los ojos y todo lo que te estoy contando lo veo en colores, muy nítido, tal cual sucedió. Fuentealba estaba en el piso, sobre el asfalto, y en eso nos da un chorro de agua en la espalda, de un camión hidrante, mojando a Carlos que estaba en la ruta. Con un camarógrafo colega, Carlos Monsalve, nos paramos delante del chorro a las puteadas, gritando: 'Hijos de puta, paren, que hay un herido grave'. Y ahí parece que se dieron cuenta, porque cortaron automáticamente. En ese momento, todo el cuerpo de dirigentes va contra el grupo de policías, y se arman dos cordones: de un lado la policía y del otro los dirigentes. La situación era gravísima. Mientras todo eso pasaba, Carlos Fuentealba estaba ahí tirado, agonizando. Era una escena desgarradora, con un montón de compañeras llorando y gritando. Al rato llega la ambulancia y se lo llevaron.
Fuentealba tenía sangre por toda la cabeza, en la campera, en la cara, y estaba en shock. Era una escena desgarradora, con un montón de compañeras llorando y gritando.
Yo no lo conocía a Carlos, pero para mí fue tan fuerte que después estuve en todas las marchas pidiendo juicio y castigo para los responsables de ese fusilamiento. Eso sí, no me podía acercar a hablar con Sandra, su compañera. Todos los reporteros gráficos de la Patagonia y del país nos encolumnamos en esa lucha. Al cumplirse un año del asesinato, me tocó hacerle una nota a Sandra para el diario Crítica y en un momento en la intimidad pude contarle lo que había pasado. Le dije que no podía acercarme a ella por el dolor de ese día. Terminamos los dos abrazados, llorando. Y después nos fuimos juntos adonde Carlos daba clases, en el oeste neuquino, y le hice fotos a ella en un descampado, con la escuela de fondo.
A ese día lo vivo como la mayoría de los argentinos: con mucho dolor porque mataron a Carlos Fuentealba, un maestro que es una bandera. Una bandera de lucha, de reivindicación de la escuela pública y de la clase trabajadora".
Fuentes: Página 12 y Revista Cítrica