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Rafael Cornejo Solá. Foto: Javier Corbalán
Rafael Cornejo Solá revivió aquel 14 de junio, cuando Benjamín Menéndez se rindió ante las Fuerzas Inglesas. Fue piloto de la Armada Argentina en la guerra de Malvinas. Durante el conflicto fue parte de la escuadrilla antisubmarina y tuvo que realizar tareas de reconocimiento en las que marcaba a los buques de la flota inglesa. Después de Malvinas, tuvo una carrera destacada en la Armada.
14 DE Junio 2022 - 00:00
Fue el primer salteño en llegar al grado de contralmirante. Nació en Salta el 31 de julio de 1955 y egresó de la Escuela Naval Militar como guardiamarina en diciembre de 1977 y orientó su actividad como piloto naval. Durante cuatro décadas formó parte de la Marina y realizó doce misiones de combate durante el conflicto que enfrentó al país con Gran Bretaña. En diálogo con El Tribuno, el militar retirado revivió aquel 14 de junio, cuando el gobernador de las Islas Malvinas, Benjamín Menéndez, se rindió ante las Fuerzas Inglesas.
¿Qué recuerda de esa fecha?
El 14 de junio fue un día muy particular porque hicimos varios vuelos a la mañana y había ya una degradación de la actividad operativa importante. Se sabía que había acciones próximas a Puerto Argentino que estaban siendo ejecutadas y que era posible que cayera en los próximos días. La rendición fue el 14 a las 12 de la noche y el 15 nos enteramos de que nos habíamos rendido, pero nosotros seguimos volando, porque con la rendición hubo una cantidad de actividades que se debían seguir cumpliendo que era toda la repatriación de los prisioneros. El rompehielos ARA Almirante Irízar funcionaba como buque hospital y muchos de los combatientes iban ahí. Así que seguimos volando hasta el 2 de julio, apoyando a los buques hospitales. Recién nos replegamos a la base Comandante Espora (provincia de Buenos Aires), que era la base asiento de los aviones Tracker el 2 de julio, casi 12 días después de la rendición.
¿Cómo tomó la rendición?
Yo creo que la rendición fue un hecho que estaba previsto, se veía venir evidentemente. Para las tropas en tierra fue un alivio haber finalizado la guerra porque estaban siendo consumidas las últimas municiones que tenía la reserva de la isla, empezó a complicarse la logística para transportar los alimentos a las líneas de combate. Particularmente creo que el haber terminado la guerra fue algo importante porque no hubo más muertes, creo que hubiera sido terrible que la guerra se prolongara, que no haya una rendición, porque iba a haber más muertos y porque Inglaterra no se iba a quedar con una guerra sobre Malvinas, sino que iba a avanzar sobre el territorio. Nosotros no podíamos tener una victoria en el Atlántico Sur. Si la flota inglesa perdía más buques de lo que tenía previsto perder y si la guerra se transformaba en un equilibrio, seguramente Gran Bretaña iba a tomar otras acciones que en este aspecto se me ocurre que serían continentales, no me cabe ninguna duda. Inglaterra estaba decidida a no dejarse doblegar por un país como Argentina en una guerra que Margaret Thatcher, la primera ministra, la consideró una causa nacional. Terminada la guerra, inicialmente fue una frustración y después un alivio de ver que no iba a haber más gente sufriendo en tierra.
¿Cómo se vive una guerra desde el aire?
Siempre cuento que la guerra en el aire es distinta a la guerra de tierra. En el aire son guerras que duran minutos o segundos. Hay un combate aéreo, hay un misil y hay un derribo en segundos. El combate en tierra es mucho más complejo y mucho más duro.
¿Qué avión piloteaba?
Yo volaba el Grumman S-2A Tracker, que es un avión de origen americano y estaba diseñado para la guerra antisubmarina. Toda la primera parte de la guerra hicimos ese trabajo, le dimos protección antisubmarina al portaaviones y a los buques. También tiene una gran capacidad para ser avión de control y para detectar los blancos navales en el mar, para que después los aviones de ataque hagan su trabajo. Entonces lo dotamos al avión con una serie de sensores, tenía un excelente radar, contramedidas y todo un equipamiento electrónico muy importante que le permitía al avión acercarse, sin ser visto, hasta muy cerca a un buque inglés, sacarle el punto en el mar, transmitir esa posición a tierra y a esa posición iban los aviones de ataque a tirar las bombas o misiles.
¿En qué escuadrilla estaba?
En la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina.
¿Cómo fue la vuelta?
Yo era teniente de corbeta y volvimos a la rutina de la Armada buscando muchos cambios, tratando de capitalizar todo lo aprendido. Uno va recordando acciones, episodios o procedimientos que había que cambiar, cosas nuevas a incorporar. Se hizo en la Armada una comisión muy importante donde se analizaron todas las acciones de combate para ver cuáles serían los mejores procedimientos. Seguí ascendiendo, tuve suerte de hacer la Escuela de Guerra en Perú, después estuve dos años en Washington en el Colegio Interamericano de Defensa, donde pude ver toda la problemática de que realmente la guerra de Malvinas era una locura para el hemisferio y para el mundo. Tuve la suerte de ascender a almirante en el 2010, comandar la aviación naval y era importante porque siempre todos los ejercicios y las ejercitaciones que hacíamos se tomaba como referencia mucha de las acciones de Malvinas.
¿Cómo vive este 40 aniversario de la finalización de la guerra?
Este 40 aniversario de Malvinas tuvo un cambio radical en toda en todo el reconocimiento de la sociedad hacia los veteranos y hacia a la guerra misma. Este año fue muy intenso, en todos los aspectos, desde el gobierno, la prensa y hasta el trabajo en las escuelas con los chicos. Con este aniversario cambió un poco de rumbo sobre todo a los más jóvenes que recibieron mucha información sobre Malvinas este año y eso es bueno porque los chicos van viendo que lo que pasó fue importante. Fueron 74 días de guerra, 649 muertos en la defensa de la soberanía territorial de una parte de la Argentina que es tremendamente rica y con una proyección geopolítica tremenda.
¿Sigue habiendo esa defensa de la soberanía?
Lo más importante en derecho internacional es que los gobierno sean coherentes y consecuentes con su reclamo a lo largo del tiempo. Si uno no es coherente con su reclamo durante un período de tiempo sobre la soberanía de las Malvinas, hay una situación pendular y perdemos credibilidad. Siendo política de Estado, no hay gobierno que no deba permanentemente reclamar la soberanía en los foros internacionales.
Geopolíticamente hablando, ¿qué significan las islas para el país?
Las islas se encuentran en un lugar donde su proyección hacia la Antártida es clarísima, o sea que quien tenga la posición de las islas tiene una proyección hacia la Antártida de soberanía en el futuro. Después del Tratado Antártico, la Antártida no tiene lugares soberanos, ya que la soberanía es reclamada por cada uno de los países pero no ejercida. En el sector antártico argentino hay bases argentinas, inglesas, chilenas, pero con el Tratado le permite al país reclamar soberanía pero no ejercerla. Pero todas las acciones que uno va haciendo abrevan a la soberanía. Entonces, si las islas Malvinas están en manos de una potencia extranjera, la proyección hacia la Antártida es extranjera y no argentina. Todas las zonas contigua es una zona riquísima de seres vivos. Malvinas no son dos islas perdidas en el Atlántico Sur, sino todo lo contrario. Es toda una proyección económica y geopolítica. Me gustaría resaltar que Argentina tiene presencia continuada desde 1904, lo que sin ninguna duda le confiere una soberanía indiscutible, independientemente del Tratado Antártico.
¿En qué está ahora?
Después de un paso bastante corto por la Subsecretaría de Seguridad, quiero dejar bien en claro que tuve que pedir la desafectación del cargo por ser consecuente con el ministro de Justicia (Abel Cornejo).
Al enterarme de que él renunciaba (luego el ministro se quedó), consideré conveniente hacer lo propio. Es la única causa por la cual me alejé del cargo, que era muy desafiante. Las etapas se van cumpliendo y poco a poco uno se va ocupando de las cosas que dejó pendiente.
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