Nueve de cada diez campañas confirman la tendencia: si la gestión de un gobierno es evaluada negativamente, los resultados electorales son negativos.

La mala gestión no es algo subjetivo, desde 1983 para acá, el índice de pobreza es mejor predictor electoral que cualquier encuesta. Si cuando termina el mandato, la pobreza es más alta que cuando comienza, el partido gobernante pierde. 2023 no fue la excepción.

Aun con un gran despliegue de Sergio Massa, esa tendencia fue imposible de revertir. La disociación que intentó entre su cargo y pertenencia a la gestión de su rol de candidato del cambio, "de la Argentina que estábamos esperando", fue imposible.

• En el último tramo, la campaña abandonó ejes de gestión para basarse puramente en el miedo, a la incertidumbre, a la capacidad personal y de gestión, y al riesgo de la democracia.

Sin embargo, se impuso una escala de valores diferentes, y de deseo de cambio impresionante. Porque las elecciones no se ganan con estructura, plata o en los debates, se ganan con empatía y representación.

Dicho esto, vale también entender que así como hay votos a favor, la dinámica de un balotaje tiene una gran porción de votos para evitar que gane el otro. Y este dato es fundamental para evaluar la legitimidad del nuevo gobierno.

• Un gobierno que empezará en 20 días, en los que será clave la certidumbre que pueda transmitir, desde los nombres de lugares clave del gabinete y de definición de políticas.

Como última reflexión, la necesidad de comprender a los votantes, con sus deseos y frustraciones, con sus contradicciones, y nunca enojarse ni subestimarlos.