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Todos los sábados Cristina Terraza vende empanadas.
Feriantes contaron la situación que les toca atravesar.
21 DE Mayo 2023 - 01:45
La grave crisis económica que atraviesa el país obligó a muchas familias a volcarse a vender en las ferias barriales y del centro de la capital salteña. La mayoría de los feriantes además de comercializar sus productos en estos espacios, mayormente los fines de semana, tiene otros trabajos de lunes a viernes pero no registrados, es decir "en negro".
Este es el caso de María Cristina Terraza, de 41 años y quien vive en el barrio Ceferino. Todos los sábados vende empanadas de carne y pollo y menús en la feria del barrio, ubicada en la plaza principal de la zona.
"Hay días en que se vende bastante y otros malos, pero bueno, hay que salir igual a trabajar. Vendo la docena de empanadas a 1.200 pesos y hoy ofrezco picante de pollo como menú. Cuesta mil pesos", contó María Cristina a El Tribuno.
Hace tiempo atrás trabajaba como ayudante de cocina en una parrillada. "Hasta que me quedé sin trabajo, entonces con mi hermana empezamos a dedicarnos a la cocina, pero también hago trabajitos por otro lado, de limpieza, pero todo en negro. La plata no alcanza", relató.
María Cristina tiene dos hijos, el mayor de 18 años, quien tuvo que empezar a trabajar en un local comercial para ayudar en la economía del hogar, y una niña de 11 años.
Agregó que dada las subas de la carne y alimentos, se ve obligada a subir también los precios de la comida que ofrece. "Lamentablemente tengo que subir los precios. A veces la gente se queja y me da vergüenza, pero terminan entendiendo porque si las cosas suben y yo sigo vendiendo al mismo precio sería pérdida tanto de plata como de tiempo", sostuvo.
Y agregó: "Cuando voy a la carnicería no me fían, en el almacén tampoco me fían harina. Nadie te da nada, entonces me tengo que dar vuelta como sea, y si es necesario subir uno o dos pesos lo tengo que hacer", dijo.
Considera que la situación económica no cambiará a corto plazo. "Por ahora no hay miras que vayan a bajar los precios, pero bueno, siempre hay que mantener una esperanza de que en algún momento esto mejorará", finalizó.
Jaqueline Cabana tiene 24 años, es madre de una beba de un año y medio, vive en el barrio Morosini y vende ropa usada en la feria de Ceferino.
"Hace un par de semanas que vengo a la feria. Hay días en que tengo suerte y vendo prendas, pero otros en que no. Aparte de esto trabajo vendiendo productos de limpieza a la gente que me encarga y entrego a domicilio si es por la zona. También hago trabajos de limpieza para la gente que me llama y los sábados por la tarde cuido adultos mayores", contó la joven madre, que trabaja en ese espacio desde las 10 hasta las 14.
Añadió que "hoy en día hay que hacer malabares, un poco de todo para que alcance la plata para comer".
Jaqueline vive con su madre, Nora, de 63 años, quien la ayuda a cuidar a su beba y la reemplaza en la feria, los sábados por la tarde, para que ella pueda cumplir con sus otros trabajos.
"Trato de ser optimista. Soy madre soltera y a veces es muy complicado el cuidado de mi niña. La traigo cuando no hay opción y la llevo a la venta de bidones si es cerca, también cuando cuido abuelitos si es que me permiten", finalizó.
Zenón Torres tiene 74 años y un puesto en la feria Punto Artesanal. Nació en San Antonio de los Cobres, pero se mudó a la capital salteña hace siete años. Vive en el barrio Palmeritas, en la zona oeste. Vende guantes, medias, chalecos, bufandas, mantas, ponchitos, chulos y gorros.
"De chico me dedico al tejido a dos, cinco agujas y el telar con lana de llama y oveja. En principio anduve por Cachi llevando mis prendas y después empecé a venir para acá y conseguimos el puesto, pero nos falta publicidad, porque mucha gente no sabe que estamos aquí, no entra mucho y las ventas son bajas", manifestó Zenón.
Durante unos años se dedicó a la minería, pero decidió cambiar dedicarse al rubro textil. "Mi familia está compuesta por ocho personas y tengo tres hijas de 32, 28 y 25 años con discapacidad que no pueden caminar", contó el hombre.
Expresó que "la crisis es malísima. Podés vender una o dos cosas como mucho y para peor las cosas un día tienen un precio y al otro día, otro, y así ya no se puede comprar nada".
Toda la familia de Zenón colabora en el puesto. "Todos hacemos los productos en telar o con aguja, hilando. Compramos el material rústico puro, la lana de oveja", sostuvo.
Jorge Daniel Copa tiene 53 años, es ceramista alfarero, vive en el barrio Limache y desde hace 35 se dedica a este oficio. Tiene su puesto en la feria Punto Artesanal, ubicada en la Galería El Palacio, sobre la calle Mitre 37, en el 1°piso. Vende mates, platos, tazas, juegos para café, ensaladeras y juegos de bachas para baños.
"Yo tenía 18 años cuando por una cuestión de hobbie fui a un taller de cerámica y me reenamore de esto. Desde ese momento me dedique exclusivamente y nunca mas deje", contó.
Agregó que pasó por muchas etapas. Al comienzo le fue difícil hasta que logró estabilizarse. "Le agarré la mano, pero después vinieron tres crisis grandes, la primera en los 90. Me costó mucho superarla. Le puse voluntad para seguir. No vendía nada de nada, pero sobreviví. Ahora estamos viviendo otra crisis", expresó.
Dijo ser un convencido de que dentro de la cuestión artesanal, para los trabajadores es más difícil sobrevivir porque son independientes. "Sí o sí dependemos del turismo nacional e internacional, que por suerte ya nos va conociendo, le gusta nuestros trabajos y como tenemos buenos precios se llevan sus productos contentos, porque saben que son de buena calidad y baratos", indicó.
Jorge considera que ser artesano conlleva un beneficio. "Producir nuestros propios productos es una ventaja, pese a que todos los insumos suben, sobre todo el metal, el vidrio y la madera, le metemos ganas y vivimos de esto", manifestó el trabajador, padre de cuatro hijos de 35, 22, 21 y 3 años.
Añadió que hay días de ventas y otros regulares. "Por lo menos ganamos. No me voy a hacer rico pero con vivir bien y haber podido mantener y criar a mis hijos es suficiente. Soy un agradecido"
Destacó que actualmente, con el auge de la inteligencia artificial, el artesano tiene una ventaja. "Es la magia en nuestras manos porque somos capaces de elaborar bellezas, piezas únicas. Nunca será lo mismo una taza de cerámica hecha a mano que comprar una tasa de plástico o de molde de vidrio. Es increíble la diferencia que hay y el turismo y la gente que sabe ve eso, por eso nosotros decimos que tenemos la ventaja de poder sobrevivir a pesar de la industria y el auge de la tecnología", recalcó.
En la feria Punto Artesanal hay 60 puestos de artesanos de distintos rubros. "Queremos que la gente conozca nuestra feria", dijeron.