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30 DE Septiembre 2023 - 00:11
Walter Neil Bühler, abogado laborista.
Desde el retorno de la democracia, en 1983, hemos sido mudos espectadores de un lento y exasperante proceso de degradación moral de los distintos órganos políticos deliberativos de nuestro país (Congreso nacional, legislaturas provinciales, concejos deliberantes). Durante la crisis de 2001/2002 pareció que todo iba a explotar al compás de consignas coreadas en multitudinarias marchas de protesta o pintadas con aerosol en los muros: "íQue se vayan todos!". No se fue ninguno. Y en vez de haber aprendido la lección volvieron con mayor ímpetu de engullirse todos los presupuestos y atropellar todos los derechos del resto de los ciudadanos. Los legisladores no solo se vienen autorregulando retribuciones exorbitantes para ellos y sus múltiples e inútiles asesores y ñoquis, sino que -no nos olvidemos- durante la pandemia no fueron capaces de ceder un céntimo de las mismas. Tanto descaro nos duele, los españoles lo sintetizan en una sola palabra: alipori, que para nosotros se traduce en "vergüenza ajena".
Hoy el hastío social nuevamente hace eclosión y se manifiesta con el sorprendente apoyo a una exótica figura que supuestamente encarna la antipolítica: Javier Gerardo Milei. Sus opositores (bueno ya nos estamos olvidando que él es -hasta ahora- el opositor), tanto Unión por la Patria como Juntos por el Cambio, parecen empeñados en estos últimos días en servirle en bandeja de plata los desquicios e inmoralidades que protagoniza la casta política. En la legislatura bonaerense los "buenos legisladores" (si es que los hay) ante el escandaloso episodio (más que episodio es una serie con muchas temporadas) de Chocolate Rigau (yo patentaría la marca: es muy eufónica) y sus tarjetas, mantienen un bochornoso silencio. Ese silencio (especialmente el de la oposición) "suena" a confesión de parte.
De los concejos deliberantes mejor no hablemos, los invito simplemente a googlear "corrupción en el concejo deliberante" y encontrarán un muestrario de inmoralidad a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional.
Por su parte, el jueves pasado, el decadente Senado de la Nación protagonizó un nuevo capítulo de servil obediencia hacia una deteriorada líder votando la inconstitucional designación de una decrépita magistrada.
Aunque pocos lo recuerdan, nuestra admirada democracia ateniense tenía sus serios detractores -y no de menor peso- entre ellos sobresalen nada menos que Sócrates, Platón y Aristóteles. Una forma de afianzarla fue estableciendo mandatos muy cortos (de un año o menos, a veces días), la no reelección y que la mayoría de los cargos fueran por sorteo (¿qué tal si probamos?).
Winston Churchill nos recuerda "la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado". De todas maneras, se trata de una muy frágil construcción y quienes deberían ser sus pilares se esfuerzan por dinamitarlos.
A veces pierdo de vista que esta columna se llama "Actualidad laboral" y mi intención era referirme a la inoportuna introducción del tema de la reducción de la jornada laboral en plena etapa electoral y a propuesta de un gobierno que en escasos días dejará de serlo. Lo cierto es que la ociosidad de la Cámara de Diputados se vio interrumpida por la -si no inoportuna- oportunista introducción de este demagógico tema. Se dice que la reducción de la jornada laboral se verá compensada por la mayor productividad, lo que es cierto en determinados contextos y para determinadas actividades (básicamente la industrial). Los siete proyectos en danza no diferencian las distintas situaciones, especialmente el darle igual tratamiento a las grandes empresas y las pymes y micropymes. No hay mayor injusticia que tratar igual a los desiguales. Los legisladores insisten en poner parches a la legislación laboral, que se está convirtiendo en una especie de Frankenstein jurídico. No puede legislarse sin encarar seriamente la informalidad laboral y estos remiendos parciales corren el riesgo de aumentar la estampida hacia el trabajo no registrado. El tema de la jornada laboral es un tema muy serio que necesita una meditada reforma, pero -por lo mismo- de ello nos ocuparemos en una próxima nota.