¿La Argentina saldrá alguna vez de este tobogán por el que se viene deslizando como país hace ya demasiado tiempo? Esa es la gran pregunta repetida hasta el hartazgo. No faltan las profecías catastróficas ni las interpretaciones subjetivas buscando el culpable en el pasado, señalando a la corrupción política, al escaso apego al trabajo o a los fantasmas del imperialismo o el colonialismo.

De pie en el escenario, ante un millar de empresarios que participaron del 60° Coloquio de IDEA, Javier Milei desplegó todo su manejo escenográfico, su mímica y su lenguaje coloquial para tratar de responder a ese interrogante. Defendió uno por uno todas las decisiones que tomó en los diez meses de su gestión y aseguró que, por este camino, seremos una potencia en serio en cuarenta años.

Ratificó que pretende que el Estado deje de interferir en la economía y explicó que la decisión de frenar la emisión de moneda, desendeudar al Banco Central, achicar drásticamente la planta del Estado, evitar el default y sostener los subsidios a los pobres fueron la razón de la caída de la inflación, la brecha cambiaria y del riesgo país. "Vamos a un estado de plena libertad donde los protagonistas serán ustedes", prometió y dejó en manos de su auditorio la decisión de invertir, que es el punto clave para la reactivación.

IDEA es la sigla del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina, y desde hace seis décadas reúne en su coloquio a los líderes de las grandes empresas argentinas. "Ustedes tienen la llave para hacer Argentina grande nuevamente", les dijo el presidente.

La trayectoria de Javier Milei es sorprendente. En pocos años irrumpió como un personaje pintoresco, de vocabulario poco pulido y un mensaje provocador. Apareció rompiendo con todas las tradiciones políticas y prometiendo motosierra, licuadora, ajuste y dolarización. Incluso, el cierre del Banco Central. En las elecciones dejó en el camino a todos y llegó a presidente mientras Cristina Fernández, todavía vicepresidenta, aseguraba que el país estaba en "estanflación".

Diez meses después sobrevive y asegura, como lo hizo el viernes, que la dinámica de la economía liberal llevará al cierre del Banco Central y a la dolarización. Sus promesas de alto impacto.

Los empresarios que lo escuchaban tienen larga experiencia y no comparten tanto optimismo. Los problemas planteados por IDEA en un extenso documento redactado durante un año de consultas entre CEOS de todo el país son más complejos. La sola caída de la inflación y del riesgo país no garantiza un flujo acelerado de inversiones como exige el deterioro de la educación, el retraso en el acceso de tecnologías de última generación, la economía informal, que hoy genera más empleo que la formal, la recuperación del comercio exterior y el crecimiento constante de la pobreza que ya lleva un cuarto de siglo.

Los inversores no creen en milagros ni mesianismo. Piden un Estado ordenado, transparente y dirigido por personas con visión de futuro. Reconocen los logros, que coinciden con las propuestas del Coloquio del año pasado, pero esperan algo más: IDEA propone una vuelta a la cultura del trabajo, la educación y la calidad de vida.

El mero rechazo al kirchnerismo, un factor con el que cuenta el oficialismo, no garantiza una elección arrasadora en 2023. Desde una visión realista de la política, lo importante no es que gane o pierda Milei, sino que el país construya institucionalidad, lo que supone, de por sí, generar un consenso que no admita más cajas políticas ni un Estado ineficiente destruyendo la economía.

Definiciones precisas y polémicas

En IDEA, Milei enfatizó que no va a cerrar ni arancelar ninguna universidad pública y solo aspira a auditar el destino de los fondos. Recordó el escenario de diciembre: "Cuando un país tiene 8% del PBI de déficits gemelos va camino a pegarse una piña; nosotros teníamos 17%. En el primer mes de gestión, logramos lo que en 123 años la economía argentina no se había logrado nunca". "Lo primero que hicimos fue reducir el número de ministerios y se eliminó de cuajo la obra pública. Eliminamos las transferencias discrecionales y hemos echados casi 50.000 empleados públicos".