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17 DE Marzo 2024 - 02:00
La historia de Orestes Lorenzo y su familia es una historia para escuchar (o leer) con un nudo en la garganta. Un cubano que nació y se crió simultáneamente con el régimen. Un revolucionario nato que creía firmemente en los ideales de la Cuba de Fidel, pero que se replanteó toda su vida cuando vio sus excesos, situación de la que su conciencia no le permitió escapar, como sí lo hizo de su destino de sometimiento.
Cuando Orestes descubrió lo que en realidad representaba la Cuba comunista se vio obligado a una profunda retrospección que cambiaría su vida y, al mismo tiempo, escribiría una página amarga en el registro del régimen de los hermanos Fidel y Raúl Castro: una doble derrota que expuso por un lado la tiranía con la que manejaban a su pueblo y, por otro, los dejó en ridículo ante el mundo.
De visita en la Argentina por primera vez, Orestes y su esposa Vicky están ahora Salta, de la que se declaran enamorados de sus paisajes y gastronomía y, esta semana, se reunieron con un grupo de pilotos en el Aeroclub, con quienes compartieron una jornada de anécdotas y camaradería.
Orestes compartió con minucioso detalle las peripecias del capítulo de su vida en el que se desencantó del régimen cubano y escapó hacia Estados Unidos llevándose consigo un avión de guerra, para volver 22 meses después a rescatar a su esposa y sus dos hijos. Lo hizo a bordo de un viejo Cessna, una pequeña aeronave de uso más bien doméstico con la que aterrizó en una ruta cubana, donde la abordó su adorada familia para volar hacia un nuevo destino de libertad.
Sobre el inicio de su anécdota y a modo casi de aclaración Orestes se ataja: "Si Argentina hubiera estado más cerca venía acá cuando me fui de Cuba a Estados Unidos, en el 91. Siempre me gustó Argentina, pero la autonomía de combustible de mi avión no me permitía llegar acá".
El piloto reflexiona acerca del valor de la libertad, incluso en los detalles mínimos de la vida, y remarca la importancia de "tener la libertad de tener un amigo con el que puedes hablar sin miedo a ser sincero, porque los que nacen con eso no lo valoran, mientras en el comunismo vivimos con una máscara, sin poder mostrarnos como somos porque damos por descartado que todos quienes nos rodean son delatores".
"Yo aquí no vine a contar solo cómo escapé, sino por qué. Aquello no era vida; en Cuba ser revolucionario es traicionar, vigilar a tu vecino e informar al Gobierno ante cualquier hecho que te parezca sospechoso", expuso, y consideró que "los 10 u 11 millones de cubanos que viven hace 60 años en Cuba son prisioneros que tienen el 'síndrome del campo de concentración', es decir que aún teniendo la superioridad numérica aceptan mansamente el destino que les fue impuesto".
Por su profesión de piloto de avión, ya siendo un hombre adulto, casado y con dos hijos, Orestes descubre los delitos del régimen y ve realidades que desconocía: "Yo era un adoctrinado y empiezo un proceso lento de autoanálisis personal", recordó, y afirmó que "puedes estar adoctrinado pero cuando la verdad surge, si estás bien educado, tomás las decisiones correctas".
Advirtió que "el comunismo no es más que una excusa para que un grupo de individuos lleguen al poder y se adueñen del país" y que "la educación y la salud gratis en Cuba son una mentira. La salud no existe y la educación es adoctrinamiento", aseveró y trazó un crudo paralelismo: "En un zoológico los animales tienen atención veterinaria permanente, pero viven en una jaula".
En una ocasión, estando fuera de Cuba con su familia, Orestes y su mujer planearon el escape. Pero cerca del momento de concretarlo Vicky tuvo un mal presentimiento y temió por su familia. No estaba preparada para irse, por lo que desistieron de la idea. "Yo sabía que volver a la isla era una condena a muerte para mí, pero aún así volvimos", recuerda Orestes sobre aquel frustrado plan.
Con el paso de los meses el piloto empezó a sentirse cada vez más desanimado y triste: "No podía mirarme al espejo. Me consumía saber lo que pasaba en mi país y ser parte de ese régimen… Se me había acabado el deseo de vivir", admite.
Vicky, que había notado el cambio en su marido, un día se sentó frente a él y le dijo que tenía que irse. Él era un piloto, mayor de la Fuerza Aérea cubana e instructor de la escuela de pilotos. Tenía las herramientas para hacerlo, pero debía irse solo.
Durante mucho tiempo planearon el escape de él, y se plantearon los hipotéticos escenarios que ella iba a tener que enfrentar para demostrar que no sabía que lo que su esposo iba a hacer, que ignoraba que era un "gusano", como llaman en el régimen a los desertores.
También planificaron la manera en la que tramitarían el permiso para que Vicky y los dos hijos del matrimonio salgan de la isla y se reúnan con Orestes mediante la diplomacia.
Orestes y Vicky Lorenzo cuentan su historia a un grupo de amigos en Salta. Pablo Yapura
Finalmente, el miércoles 20 de marzo de 1991, luego de unas pruebas con un avión de guerra, Orestes tomó la dirección de los Estados Unidos, pegó el avión al mar para no ser detectado por los radares y viajó como un rayo hacia la libertad.
Solo llevaba consigo un paquete de cigarrillos, un carné del ejército cubano, un peso cubano y la foto de su familia. En cuestión de minutos estuvo llegando a una base militar de los Estados Unidos, incluso antes de lo que había calculado en los días que pasaba memorizando el mapa de su oficina cuando planificaba el escape. "Tuve que hacer varios rodeos a la torre de control con movimientos conocidos entre pilotos como amistosos antes de aterrizar para asegurarles que mi presencia con un avión de guerra ruso proveniente de Cuba no era una amenaza", cuenta.
Su presencia generó un revuelo pero fue recibido con los brazos abiertos: "Welcome to the Unites States of America", fue la frase de un alto mando de la base militar que todavía lo emociona. Era libre, pero su odisea recién empezaba.
Reunirse con su familia no sucedió según ninguno de sus planes. Pero en el camino fue conociendo gente, amigos que tuvieron un papel clave para ayudarlo a sobrellevar la angustia de estar lejos de su familia y los planes para recuperarla.
Veintiún meses después del escape Vicky y sus hijos aún no podían salir de la isla. En este punto, Orestes entendió que la diplomacia, las entrevistas a canales de todo el mundo, las charlas en universidades ni la huelga de hambre en España que opacó la visita de Fidel Castro al país ibérico lo iban a reunir con los suyos. Fue entonces cuando decidió que él mismo los rescataría… Y urdió el plan en el que también recibió ayuda de sus amigos, que añoraban como él verlo junto a Vicky y sus hijos.
Con la ayuda de amigas mexicanas que tenían una fundación por los derechos de los niños compró un viejo avión Cessna y le envió una carta a su esposa en donde le contaba su plan de rescate.
Pocos días después, un avión Cessna no identificado aterrizaba 15 minutos después del anochecer en medio de una ruta al costado de una playa cubana frente a la sorpresa de automovilistas, un camión y un micro lleno de personas que asistían, perplejos, a la escena en la que tras detenerse, el avión daba medio giro sobre su eje mientras una mujer y dos niños corrían hacia él. La puerta se abrió y la figura de Orestes emergió para sostener al primer niño, luego el segundo y, finalmente, su esposa. Cerró la puerta con esfuerzo y encaró nuevamente la pista para el despegue. Una curva a pocos metros amenazaba la misión pero no había opciones.
Aceleró a fondo y justo cuando la curva empezaba las ruedas se despegaron del pavimento.
Los hijos de Orestes se abrazaban al hombre que, todavía muy nervioso, intentaba volar el avión para traspasar el meridiano 24 y salir del alcance de eventuales captores que lo persiguieran. Fueron minutos eternos…
En distintas partes del mundo los amigos que Orestes había cosechado a lo largo de su amarga experiencia esperaban noticias. Una vez fuera del alcance cubano el piloto avisó por radio que la misión había sido un éxito.
Orestes y su familia aún estaban en el aire rumbo a los Estados Unidos y la noticia de la hazaña daba la vuelta al mundo. Las radios la contaban mientras ocurría y el público estaba exaltado.
Entre lágrimas, Orestes y Vicky recuerdan ese momento, y el papel fundamental de los amigos y amigas que ayudaron a que esta historia de amor, valentía y libertad tuviera un final feliz.
Tras abrir su corazón ante un grupo de pilotos salteños en el Aeroclub de la ciudad, Orestes y Vicky conversaron con El Tribuno.
¿Qué los trae por Salta en esta oportunidad?
Es el comienzo de la primera de muchas visitas que haremos a la Argentina. Vamos a estar más de un mes en este país: vamos a ir a La Rioja, a El Calafate, a Bariloche, a Ushuaia, a Buenos Aires. Vamos a recorrer mucho del país.
Yo crecí mirando de niño películas argentinas. Siempre ha estado en mi corazón este país y estoy muy contento de estar acá y con muchos amigos.
Justamente con un montón de amigos acá, contando lo que ha sido esta proeza cuando usted escapó del régimen cubano y luego volvió, nada menos que para rescatar a su familia.
Yo soy tan viejo como la Revolución cubana, prácticamente. Nací dos años antes, o sea, me eduqué, fui adoctrinado todo el tiempo bajo el comunismo. Fui lo que definían allá como el hombre nuevo. Crecí repitiendo "pioneros por el comunismo, seremos como el Che". Fui un adoctrinado y, bajo un control absoluto de la información en el país, tú creces así, pensando en esas cosas, creyendo esas mentiras, hasta que empiezas a obtener información.
Yo era un militar cubano de la Fuerza Aérea y del año 86 al 90 estaba con mis hijos y mi esposa y Rusia. Fui testigo del proceso de la apertura informativa que se produjo, aprendí de los crímenes de Stalin que yo no sabía. Aprendí que existían prisioneros políticos en Cuba por el sencillo delito de pensar diferente. Recibían sentencias de 20 y 30 años de vida en la cárcel, lo que es un abuso descomunal.
Vi cómo los recursos del país de Cuba están en manos de una familia únicamente, donde no existe informe a nadie del presupuesto nacional ni qué dinero entra ni cómo se gasta. Vi al Gobierno cubano dilapidando los pocos recursos de una nación como Cuba en financiar campañas de políticos extranjeros y de ganar influencia. Es una historia que al final, al descubrirla, yo no podía ser parte de eso.
Orestes a su llegada a la base Boca Chica en EEUU.
El 20 de marzo del 91 me fui a los Estados Unidos en un vuelo de entrenamiento.
Luego de eso el gobierno cubano, Fidel Castro personalmente, decidió que mi familia no podía salir de Cuba a pesar de que tenían las visas para ir a Estados Unidos y a pesar de la intervención de muchísimos políticos y líderes sociales del mundo y de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Y 21 meses después, el 19 de diciembre de 1992, tomé un Cessna 310, envié con unas amigas mexicanas un mensaje para encontrarnos en una carretera en Cuba, aterricé allá, la recogí a ella y los niños y los llevé a Estados Unidos.
La historia recibió cobertura porque ya se sabía, yo llevaba 21 meses denunciando, haciendo huelga de hambre para que el gobierno cubano los dejara salir de Cuba. Entonces, al producirse el rescate hubo mucha solidaridad internacional y la noticia corrió por todo el mundo.
Tengo amistades en Argentina, en Chile, en todas partes, y bueno, llegó el día de mi visita a Argentina y nos sentimos en casa.
Vicky usted ha tenido un papel fundamental en esta historia, porque primero fue quien lo animó a escapar de Cuba cuando vio que se estaba consumiendo, con su conciencia. Y usted quedarse ahí, que no era una cuestión sencilla, con un Fidel Castro que estaba absolutamente empoderado en ese momento y soportando ahí con sus hijos. ¿Cómo lo vivió?
Vicky: Sí, claro. Yo tomé la decisión porque desde que estábamos en Rusia él quería tomar esa decisión. Yo no estaba preparada en ese momento y entonces cuando ya estábamos en Cuba vi que era peor de lo que nosotros pensábamos y que cada día él se ponía peor, porque veía más abusos, más crímenes. Entonces fui yo la que le dije, bueno, tú tienes el arma, vete que tú puedes irte volando, pensando que en unos meses o en un año a mí me dejarían salir.
Orestes: Esta historia tiene un héroe verdadero, y es ella. Porque mientras yo estaba en Estados Unidos, yo estaba en un país que estaba seguro. Ella era una mujer sola, con dos niños, enfrentada solamente con su amor y su moral a toda la maquinaria represiva de un sistema. Y los venció solamente con eso, con su moral.
¿Cómo fue soportar las presiones del régimen?
Vicky: Bueno yo tenía que sonreír al mundo para que mis niños no me vieran mal. Pero no le daba el gusto al gobierno de ponerme triste.
Cuando recibe ese mensaje en clave de estas amigas mexicanas, dándole información acerca del encuentro, de cómo iba a ser el rescate, ¿Qué sintió? ¿Cómo estuvo esa noche previa?
Vicky: Yo sabía que en cualquier momento él me iba a enviar el mensaje. Y claro, esa noche por supuesto que no dormí. ¿Quién podía dormir pensando que al otro día yo podía estar al lado de él y mis niños iban a tener a su papá al lado? Yo tenía solamente que pedirle a Dios que me ayudara, que me diera la ecuanimidad para no demostrar toda la alegría en lo que iba a pasar.
Orestes surgieron también en su relato muchos héroes anónimos que fueron amigos que usted se emocionó al recordarlos...
Orestes: Mucha gente que me ayudó con su dinero, que donaron para imprimir folletos, para denunciar la situación de Vicky, que pagaron los boletos para que yo viajara a Ginebra, por ejemplo, y testificar ante las Naciones Unidas. La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que me abría las puertas de su casa, que me daba un espacio en su mesa y un techo bajo el cual dormir.
Son muchísimas, muchísimas. La gratitud nuestra es eterna a todos ellos. Y los que lo arriesgaron todo, llevando los mensajes: a Virginia González, que es nuestro ángel, es mexicana, y ella fue quien arriesgó todo, llevando a la Vicky el mensaje del rescate. Es nuestro ángel, es nuestra familia hoy en día.
Han pasado 32 años del rescate…
Orestes: El 19 de diciembre del 92, o sea van a hacer ahora 32 años del rescate.
Y todavía se les quiebra la voz al recordarlo…
Orestes: Nunca hablamos de eso, pero nosotros estamos muy ocupados en ser felices. Tratamos de no recordar los momentos tristes de esa época. No damos charlas, no hablamos de esto en ningún lado, no nos gusta, a pesar de que tenemos ofertas y nos quieren pagar… No nos gusta eso. Pero en un ambiente como este, con amigos, es diferente. Claro que hablamos y contamos la historia, pero cuando lo hacemos, se abren viejas heridas y las emociones brotan y se le quiebra a uno la voz. Es inevitable.
¿Extrañan Cuba?
Vicky: No…
Orestes: Ya no, porque Cuba no existe. Cuba fue asesinada, porque una nación no es solamente la tierra, el lugar en que creciste, es su pueblo, fundamentalmente, su gente. Lo que hay ahí es otro país ya. Las tradiciones murieron, las costumbres, todo es otra cosa. Es otra cosa completamente diferente.
Un cubano que salió de Cuba antes llega hoy a Cuba y te sientes un extranjero, porque es otra cultura, es indescriptible. Los valores básicos, elementales, se han perdido en una gran mayoría; la decencia fundamental humana; el respeto a los demás; el respeto a la privacidad; el ruido; la manera de gesticular y de hablar alto; las malas palabras constantes. Ese es el resultado de la educación comunista hoy día.
El hecho de que nadie dice la verdad, o muy poca gente lo dice, todo el mundo viste una máscara. Entonces no, no. Cuba no existe. Cuba es la novia que tú tuviste, que amaste, y que el día antes de la boda la asesinaron.
Cuba será un gran país, sin duda, lo va a ser algún día. Tomará mucho tiempo, va a ser un país democrático, va a ser un país libre, pero va a tomar mucho tiempo y va a ser un país diferente.
No va a ser un país que se reconstruye de lo que existió porque no hay nada que reconstruir. Habrá que empezar de cero. Y será un buen país, pero muy diferente a la que fue Cuba antes. En sus tradiciones básicas, en sus costumbres, en sus cosas, será otra Cuba.
¿Qué tienen en la agenda acá en Argentina?
Nosotros fuimos invitados por una fundación para una conferencia en Buenos Aires los días 6 y 7, nosotros vamos a asistir y hay medios de prensa que quieren entrevistarnos, grupos de estudiantes con los que conversaremos a lo largo del camino...
Pero antes de llegar a Buenos Aires vamos a recorrer el país e interactuar con la gente común, los restaurantes pequeños de mamá y papá, la gente que elabora, que es lo que más nos gusta, y conocer a Argentina desde su corazón.