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El joven ingeniero forestal fue víctima de policías de San Pedro, Jujuy. La cobertura periodística ayudó a desarmar la trama de encubrimiento.
20 DE Agosto 2024 - 20:06
Será justicia. La frase sintetiza un pedido y suele ser el cierre de muchos escritos judiciales. En el mundo periodístico, es un principio rector para la cobertura de hechos donde los derechos y la vida se vulneran. Eso sucedió con el joven ingeniero forestal Diego Ernesto Rodríguez Laguens, de 26 años y oriundo de La Plata, quien fue dado por desaparecido el 19 de febrero de 1994. Su búsqueda comenzó en Salta, pero rápidamente se trasladó a San Pedro de Jujuy, donde el persistente reclamo de la familia, la colaboración de la Policía de Salta y la investigación periodística de El Tribuno forzaron al sistema judicial y policial de Jujuy a desentrañar un brutal asesinato cometido por una banda de policías.
Rodríguez Laguens trabajaba en la localidad salteña de Los Toldos, departamento de Santa Victoria Este, en un proyecto de desarrollo agroforestal con comunidades campesinas dependientes de GTZ, el organismo de cooperación técnica de Alemania.
El 8 de marzo, a dos columnas y al pie de página, El Tribuno de Salta publicó, en la Sección Policiales, el pedido de búsqueda hecho por sus familiares, quienes también habían denunciado su desaparición en la Policía de Salta.
Según pobladores de Los Toldos, el ingeniero había salido de esa localidad el sábado 19 rumbo a Orán, donde tomaría un colectivo para llegar a Salta (en realidad, el ómnibus tenía como destino Tucumán). Allí era esperado por su novia y familiares. Cuando las horas pasaban sin que él llegara, hicieron la denuncia por desaparición y pidieron colaboración a este diario para ubicarlo.
El 9 de marzo, una voz anónima advirtió a sus compañeros de trabajo que el joven ingeniero había sido sepultado como NN en la localidad de San Pedro, en la provincia de Jujuy.
Al día siguiente, un equipo de El Tribuno se traslada a esa localidad jujeña y logra reconstruir las últimas horas de quien, según la policía sampedreña, aparecía como víctima de un accidente de tránsito sobre la ruta nacional 34.
El equipo integrado por el periodista Rubén Fernández Paz y el fotógrafo Néstor Troncoso fue enviado a San Pedro de Jujuy, coordinados desde la redacción por Guillermo Wilde, el entonces jefe de la sección Policiales. A los pocos días se sumó a la cobertura el periodista de la sección Policiales de El Tribuno de Jujuy, César Liquín.
En la localidad jujeña, fueron a la Seccional Novena de la Policía sampedreña -donde es llevado Diego y ultimado a golpes-, a la ruta
nacional 34 donde encontraron el cuerpo del ingeniero forestal, al hospital "Dr. Guillermo Paterson" -en cuya morgue permaneció menos de 72 horas-, y finalmente, al cementerio Cristo Rey, donde vieron una tumba de tierra que no tenía identificación ni cruz, pero de donde fue exhumado su cadáver.
Desde el primer día, la investigación tanto de la familia -principal impulsora para que la Policía y la Justicia de Jujuy rompieran el pacto de silencio y encubrimiento que había en San Pedro-, como la reconstrucción que elaboraba día a día El Tribuno, solo encontraban versiones contradictorias, preguntas respondidas con evasivas y nerviosismo, órdenes sin autor y documentos que parecían fraguados.
La policía de San Pedro tenía fama de "pesada". Tal vez por ello la llamada que develó la trama fue anónima: los testigos hablaron bajo reserva de sus nombres; la valiente mamá de Diego, Mabel Cristina Laguens de Rodríguez y el hermano del joven, Felipe, recibieron amenazas; y el periodista Liquín fue intimidado.
"A mi hijo lo mató la policía", dijo Mabel Cristina a El Tribuno el miércoles 23 de marzo de 1994, tres días del crimen. A lo que era una hipótesis que aún se decía por lo bajo, ella le puso nombre y responsables.
Fue una investigación de más de dos años para develar lo sucedido.
Diego Ernesto Rodríguez Laguens había salido el 19 de febrero de 1994 desde Orán rumbo a Tucumán cuando, hostigado en el coche, fue obligado a descender en San Pedro, entre la 1.20 y la 1.25 de la madrugada del 20 de febrero. Una llamada desde la empresa La Veloz movilizó a la patrulla policial que encabezó el oficial Juan José Zigarán, conducida por el cabo Rogelio Moules, quienes lo detuvieron y lo obligaron a subir a la caja de la camioneta. Varios testigos dijeron que desde el primer momento hubo golpes.
Fueron a la Seccional Novena, que estaba a cargo del oficial Italo Soleta. Allí la golpiza se exacerbó. Golpes, gritos, quejidos y ruidos inundaron el edificio hasta que, de repente, hubo silencio. Diego murió porque le fracturaron la columna cervical y eso devino en un paro cardiorrespiratorio.
Alrededor de las 7, los policías llevaron el cadáver al Cuerpo de Caballería y cerca de las 13, lo colocaron sobre la ruta nacional 34 para simular un accidente de tránsito. Pero los policías no estaban solos y un testigo los vio. Una persona avisó y el cuerpo fue levantado y llevado a la morgue del hospital "Dr. Guillermo Paterson". Tres días después es enterrado como NN en el cementerio Cristo Rey de San Pedro de Jujuy.
El 30 de mayo de 1996, los policías Italo Soleta, Juan José Zigarán y Rogelio Moules, de la Seccional Novena de San Pedro, fueron condenados a 16 años de prisión por el crimen del joven ingeniero forestal. El 19 de marzo de 1997, la Corte de Justicia de Jujuy confirmó las condenas.
El crimen de Diego Ernesto fue un escándalo y una tragedia. La amplia investigación de El Tribuno, en el que convergieron las redacciones de Salta y de Jujuy, le valieron al diario y a sus periodistas el premio "Harmodio Arias" (México) de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en 1997. Se basó en 182 artículos que expusieron una trama de violencia y corrupción policial. Es uno de los reconocimientos internacionales más importantes para El Tribuno. Pero el premio mayor fue haber contribuido a hallar la verdad. Se hizo justicia.